Conferencia en La Habana, Cuba; mayo de 2007

Conferencia en Tuxtepec, Oax., México; abril de 2007

Conferencia en tepic, Nay., México; abril de 2008

Conferencia dictada en Matagalpa, Nicaragua en julio de 2008

Conferencia en Santa María, Río Grande do Sul, Brasil. (abril de 2009)

Conferencia en la UES de El Salvador (octubre 2009)

lunes, 25 de febrero de 2008

LA INVESTIGACIÓN EDUCATIVA EN LATINOAMÉRICA: UNA PERSPECTIVA DESDE MÉXICO

Autor:
Dr. EULALIO VELÁZQUEZ LICEA
¿Que necesita la investigación educacional de nuestros países para enfrentar el fenómeno de la globalización y el empuje de la sociedad del conocimiento?
¿Por qué lo dejaría yo así? ¿Acaso es mala la globalización o indeseable la sociedad del conocimiento? De ninguna manera. Yo pienso que el fenómeno de la globalización es un fenómeno que desempeña un papel muy relevante si lo asumimos seriamente.
La globalización es, como se considera actualmente, un fenómeno reciente, dado que ha rebasado en mucho al enfoque de la modernidad, caracterizado por tres constantes: la ciencia, el capitalismo y los estados nacionales.
La ciencia como la forma privilegiada del conocimiento, el capitalismo, como el predominio del capital como detonador de la producción y la riqueza, El estado nacional, como quien rige este proceso productivo, tanto de riqueza intelectual como material.
Es la globalización un fenómeno que se manifiesta en diferentes ámbitos:
Asociado al desarrollo de la ciencia y de la técnica, donde los sistemas de información han permitido acceder al conocimiento a través de sistemas reticulares que, al menos en apariencia, lo universalizan.
La globalización financiera, al tener la capacidad los grandes capitales de moverse por todo el mundo, acogiéndose a políticas fiscales que los benefician y retirándose cuando dichas políticas les son adversas.
Tal capacidad ha modificado la visión del poder y puesto en crisis las concepciones tradicionales del Estado-Nación y, en consecuencia, modificado la visión estructural de la sociedad. A esta época se le ha dado en llamar, “postcapitalista” (Drucker), “postindustrial” (Tourraine), “postmodernidad” (Lyotard).
La concepción que sustenta a la sociedad de la información, sin embargo, no es tan optimista como pudiéramos desear. Puesto que una sociedad basada en el uso intensivo de conocimientos en lugar de propiciar la democratización, produce simultáneamente fenómenos de igualdad y desigualdad.
Modifica las estructuras de poder que se transforman de órdenes jerárquicos verticales a planos horizontales en donde lo importante es cuan cercano se encuentre el individuo al centro de poder.
Pero como afirma el filósofo cubano Pablo Guadarrama, que:
“La globalización constituye un proceso contemporáneo del desarrollo socioecónomico, político y cultural, en el que estos tres elementos se intereaccionan de una forma muy orgánica, quizás como nunca antes en la historia[1], por lo que posee justificables paradigmas y a la vez deleznables “paradogmas”.
Por tanto, dejemos a un lado aquellas falacias que con frecuencia se asocian a dicho fenómeno:
Pensar en el mundo como una aldea global en la que los beneficios de la globalización llegan a todos los países por igual, independientemente de su grado de desarrollo.
Que lleva asociado un efecto homogeneizador de los planos cultural, político y económico en todos los países.
Pensar que la globalización lleva directamente a ampliar los procesos de industrialización, cuando el fenómeno es totalmente a la inversa.
Que como un valor agregado, los avances de la ciencia y la tecnología estarán al alcance de todos.
Que los estados-nación, conforme a Francis Fukuyama, desaparecerán y solo las transnacionales ejercerán la hegemonía económica y política.
Que la idea de una interdependencia igualitaria, donde la distribución de la riqueza sea equitativa, cuando grandes sectores de población marginal son considerados abiertamente desechables.
Y, algo que nos llega profundamente a todos los educadores latinoamericanos, la falacia del enriquecimiento educativo y cultural recíproco entre los pueblos.
Debemos tener muy claro, sobre todo ahora que por la puerta principal está entrando el tratado de libre comercio con los USA, y que hace a muchos empresarios y ciudadanos pensar que en un momento estaremos circulando en el primer mundo en igualdad de circunstancias, que a lo que estamos apostando es a la pérdida de nuestro mercado interno, a la pérdida del capital humano que tanto esfuerzo ha costado obtener, al desmantelamiento de nuestra incipiente industria y a la homogeneización de nuestra cultura. La globalización no debe significar la pérdida de nuestra identidad, de nuestra economía, de nuestras tradiciones, a la globalización hay que enfrentar la glocalización, porque lo realmente válido universalmente es aquello que tiene su origen en lo local, en lo particular, es decir, asumir la globalización no como la imposición de una sola cultura, de una sola política, de una sola economía que de ninguna manera será dirigida por nuestros gobiernos y menos por nuestros pueblos, sino parafraseando al filósofo mexicano León Olivé: ‘Como el enriquecimiento producto de la interculturalidad en la que se enriquezca la sociedad global y se beneficie del intercambio con otras culturas”
Veamos ahora la sociedad de la información:
Según la OEI, la sociedad de la información es una manera de referirse a la sociedad actual, cuya definición del poder se da en función de su capacidad para manejar la información que a través de las nuevas técnicas de la información se producen de manera incesante en el mundo.
El desarrollo de las nuevas técnicas de la información y la comunicación (TIC’s), instrumento esencial en el proceso de desarrollo del fenómeno de la Globalización de la Información; fenómeno que ha impactado las formas de producción y transformado a las viejas sociedades industriales en sociedades de la información, que junto con los otros avances de la ciencia y la tecnología avasallan la concepción tradicional del mundo, con consecuencias que van más allá del hecho de tener más y supuestamente, mejor información, sino que modifican las concepciones de la producción, el tratamiento y la distribución de la información, ya que bajo el lema de “la información es poder”, fuimos testigos de una transformación en los mecanismos de producción de la llamada sociedad postindustrial, en una sociedad que ahora lo que vende es la información, que a su vez “vende”, o inculca nuevas formas de concebir al mundo. De esta manera la información ha pasado a ser otro bien de consumo, sin el cual la sociedad actual supone que no podría subsistir.
La revolución científico técnica que este fenómeno ha generado, llevó a las nuevas técnicas de información y comunicación a ser un instrumento indispensable en el desarrollo de la economía virtual que respalda a los vaivenes financieros que cíclicamente azotan a nuestro mundo, pero que en su ausencia, hacen impensable la red monopólica financiera del neoliberalismo.
Ante esta situación, es pertinente aclarar que información no necesariamente equivale a saber o conocimiento, es decir, que el acceso a la información no garantiza el desarrollo de alternativas viables que incidan en el progreso de la humanidad. La “sociedad del conocimiento”, entonces, es la respuesta que el mundo ha ofrecido ante la alternativa de seguir acopiando información acrítica de la realidad y establecer los parámetros que nos permitan utilizar esa información de manera significativa.
Para concluir esta parte de la disertación, tomaría la cita de Ramón Flecha quien al referirse a las implicaciones educativas de la sociedad de la información afirma lo siguiente:
“En educación interesan fundamentalmente dos elementos de esa transformación.
En primer lugar, la capacidad clave pasa a ser la selección y procesamiento de la información priorizada; el éxito o fracaso de empresas, instituciones y personas depende cada vez más de esa capacidad "educativa" y cada vez menos de los recursos materiales.
En segundo lugar, esa transformación ha sido aprovechada por determinados poderes para aumentar las desigualdades entre quienes acceden y no acceden a esa capacidad, logrando sustituir durante los años ochenta el objetivo de igualdad de muchos movimientos sociales y educativos por otros como la adaptación a la diferencia o diversidad. Desde los años noventa, todas las experiencias educativas a nivel mundial que están logrando éxitos en superación de desigualdades se basan en esas reflexiones.” (Flecha, Ramón)
¿Y qué decir de la investigación educacional?
Si se adopta la nueva terminología, la investigación se entiende ahora como gestión y producción del conocimiento, si se es consecuente con la nueva situación. Pero generar conocimiento, sobre todo conocimiento científico y su correlato, la tecnología no es un asunto sencillo. Para que exista la producción del conocimiento deben existir productores de conocimiento, es decir, investigadores. Y, ¿quién o dónde se forma al investigador?
Tradicionalmente han sido las universidades y los centros de investigación asociados a ministerios o a grandes empresas.
Esta tradición que data del siglo diecinueve, no ha sido la constante en el ámbito de América Latina, que salvo honrosas excepciones poco ha invertido en investigación. Permítanme poner el ejemplo de mi país y ahondar a partir de su realidad lo que puede ser la investigación educativa en América Latina.
Decir entonces, formación de investigadores, es referirse a la síntesis de las funciones sustantivas de las universidades: docencia, investigación, difusión y extensión del conocimiento. En México, desde hace algunos lustros, se han distinguido en estas funciones la Universidad Nacional Autónoma de México, la más grande universidad de Iberoamérica, el Instituto Politécnico Nacional y el Centro de Estudios Educativos.
Mas desde la década de los setenta, cuando en México se amplía la cobertura de la educación superior, crecen numerosas universidades tanto en el Distrito Federal, como en los estados de la república, y desde el inicio de la década de los noventa, el desarrollo indiscriminado y sin obedecer a una planeación real de las universidades e instituciones de educación superior privadas.
Asociado a este proceso, se encuentra la creciente aparición de programas de postgrado, en particular, de maestrías (magíster) con enfoque en investigación. El crecimiento de los estudios de postgrado en México ha sido tan grande que en poblaciones medias, como de donde provengo, Xalapa, están operando actualmente más de siete programas de maestría en educación.
Sin embargo, parece que este “BOOM” del postgrado no lleva aparejado el fortalecimiento de la función investigativa.
Y salvo honrosas excepciones, este panorama es una constante en casi todos los campos de la investigación científica.
Según la evaluación recientemente realizada por especialistas en el marco del “Primer Congreso Nacional sobre la Situación de la Investigación Científica y Tecnológica en las Universidades Públicas Estatales” celebrado en Los Cabos, B. C. S., la función investigativa en México, guarda la siguiente situación:
La inversión proveniente del erario público no excede el 0,6% del Producto Interno Bruto. Lo anterior, en gran parte, debido a que no existe una política de estado claramente definida para apoyar a la investigación científica.
A pesar de los diferentes programas que existen para la formación de investigadores y apoyo a la investigación, en general, no se cuenta con un respaldo efectivo a la investigación por parte de las Instituciones de Educación Superior, salvo raras excepciones, siguen prevaleciendo criterios de política de grupo que impiden la democratización de estos apoyos.
El capital humano especializado es escaso. En el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), establecido en México a partir de partir de 1984.
Sin embargo, se contabilizan dentro del mencionado sistema no más de 2,000 profesionales de la investigación, de los cuales sólo 250, de acuerdo con el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), dedican su tiempo a la investigación educacional. La escasa actividad investigativa, por otra parte, sigue concentrándose en la capital del país, con un 45 % del total. Otro 25 % se ubica en cuatro estados de la república (Estado de México, Morelos, Jalisco y Puebla) los tres primeros estados que colindan geográficamente con la capital.
De lo anterior se deduce que todavía no se constituye, en sentido estricto, una red de investigación educativa a nivel nacional.
No todos los investigadores educativos cuentan con las facilidades para realizar sus estudios al no reconocerse dicha actividad como parte esencial de su trabajo académico. Existen también serias limitaciones al ingreso al SIN, sobre todo de edad. Dado que en las últimas dos décadas la mayoría de los postgraduados en educación son mayores de 40 años y el requisito mínimo de ingreso es precisamente de 40 años, salvo que estén desarrollando su actividad profesional en una IES con evaluación de ANUIES y CONACYT.
Posterior a este sistema, están los apoyos otorgados por la Subsecretaría de Educación Superior (SES) a las universidades a través de los programas de apoyo al mejoramiento de su planta docente, los estímulos a la investigación y a los investigadores, la creación de cuerpos académicos, como el Programa Integral de Fortalecimiento Institucional, con, el Fondo de Modernización para la Educación Superior y el Programa de Mejoramiento del Profesorado. En cuanto a este último, permite la permanencia de docentes con perfil deseable o mínimo, (con grado de doctor o magíster), con quienes se conforman los cuerpos académicos que una vez aceptados, reciben sustantivos apoyos financieros para realizar investigación.
Por otra parte, se propicia la formación y perfeccionamiento del docente a través de becas, en un programa similar al que desde hace ya tiempo promueve el CONACYT. A la fecha se han beneficiado 4,064 docentes a quienes ha dado la oportunidad de realizar estudios de postgrado tanto en el país como en el extranjero. De ese gran total, han obtenido su grado 1,441 distribuidos en 617 doctorados y 802 de magíster, del resto 1.409 siguen estudiando, 773 corren el peligro de ser requeridos a devolver el dinero otorgado y a 491 se les ha exigido la devolución de la beca.
Aquellas instituciones que no están siendo beneficiadas por el PROMEP, pero que pertenecen a la ANUIES, contaron hasta el año 2003 con el programa SUPERA, a través del cual han obtenido el grado de Doctor o de magíster una buena cantidad de docentes, sin embargo el problema que persiste es el de la baja eficiencia terminal, lo que transforma a una prestación laboral en un problema social si tomamos en cuenta que una beca para realizar estudios de postgrado varía entre 300 y 1,000 dlls. mensuales, los que se deben devolver en caso de no cumplir con el acuerdo firmado entre el docente y la institución.
En condiciones similares se encuentran muchos becarios de CONACYT, que hasta el año pasado cargaba con un déficit de más del 60 % en cuanto a eficiencia terminal.
Ahora bien la institucionalización de la investigación y en el caso que nos ocupa, de la investigación educativa esta se realiza en las universidades mexicanas a partir de la constitución de los cuerpos académicos, agrupamientos que integran a docentes de perfil deseable y mínimo de tiempo completo y que con base en sus proyectos de investigación reciben apoyo financiero y de tiempo para realizarlos pero aún así, los resultados no son suficientes.
Una verdadera epidemia de postgrados en el país sin ningún sustento de investigación que buscan más la profesionalización que incursionar en la investigación científica.
Para seguir con el ejemplo de México, de diez años a la fecha, la expansión de la educación postgraduada, particularmente en el nivel de magíster, ha tenido una extraordinaria difusión. Cada día hay más y más magíster en educación, la pregunta aquí debe dirigirse a la calidad de esos egresados. En verdad, son pocos los programas de maestría y doctorado que se salvan en cuanto a los requisitos de exigencia que solicita el CONACYT para los programas de excelencia:
Los programas que se garantizan por su enfoque, ya sea de profesionalización o de investigación, por contar con la planta de docentes de tiempo completo y que realizan investigación y que sus temáticas de especialización son congruentes, además de contar con los estudios de postgrado debidamente comprobados. A esto se agregaría las adecuadas instalaciones como biblioteca, laboratorios (en su caso), aulas acondicionadas para seminario, apoyos didácticos, etc., tienen una mayor probabilidad de formar investigadores con las competencias necesarias tanto en cuanto a investigación como en contenidos temáticos.
¿Cuál es entonces la realidad de la investigación educativa en México?
A pesar de que desde 1993 se constituye el Consejo Mexicano de Investigación Educativa que a la fecha ha realizado siete congresos nacionales, aún no ha integrado a la totalidad de investigadores que trabajan en México desde diferentes niveles educativos los procesos de enseñanza aprendizaje, la gestión escolar, la política educativa y otros temas.
Para finales de 2006, se constituye alrededor de compañeros de diferentes Unidad de la Universidad Pedagógica Nacional, el Colegio Nacional de Investigación Educativa, destacando la participación de las Unidades de Pachuca, del Estado de Puebla, de Guerrero, Tlaxcala y Campeche, quienes haciendo un gran esfuerzo han llevado a la fecha cuatro eventos nacionales de investigación educativa, lo que permite la participación democrática de compañeros de base, profesores de banquillo a la vez que investigadores de renombre y profesores universitarios que inician el camino de la investigación. Este año, el evento se celebrará los días 5, 6 y 7 de marzo en la ciudad de Tepic, Nayarit.
Tenemos, así, que la brecha entre la función de investigación en países como México comparados con países como Cuba o España o los propios Estados Unidos e Inglaterra, es muy grande. ¿Qué se necesita para lograr que esa brecha sea cada vez menor?
En primer lugar yo pienso que debe existir voluntad política por parte de los gobiernos nacionales para avanzar. Las autoridades educativas, sobre todo las que toman las decisiones sobre el presupuesto deben entender que es necesario, para enfrentar los procesos de globalización que afectan a la sociedad, transformar a la educación en un indicador seguro de desarrollo y por tanto, apoyar la mejora de su calidad en tanto responda con equidad a la distribución de oportunidades para acceder, permanecer y concluir estudios superiores y postgraduados; satisfagan las necesidades, aspiraciones, características y posibilidades de los usuarios, y logren niveles de eficacia, eficiencia y efectividad al lograr los fines tanto intrínsecos como extrínsecos de los usuarios, así como del sistema educativo y alcanzar con los recursos disponibles metas cada día más ambiciosas.

BIBLIOGRAFÍA
FLECHA, Ramón. Aprendizaje Dialógico y Participación Social. Comunidades de Aprendizaje. (www.concejoeducativo.org)
JAMESON, F. “Apuntes sobre la globalización como problema filosófico”. En Pensar en los intersticios. Teoría y práctica de la crítica postcolonial. Castro-Gómez, S y otros Editores. Pensar. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 1999.p. 81.
Página Web del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (www.conacyt.mx)


[1] “El hecho de lo económico se torne cultural y de que lo cultural se torne económico con frecuencia ha sido identificado como uno de los aspectos que caracteriza lo que ahora se conoce ampliamente como postmodernidad. Este hecho tiene consecuencias fundamentales para el status de la cultura de masas como tal”. Jameson, F. “Apuntes sobre la globalización como problema filosófico”. En Pensar en los intersticios. Teoría y práctica de la crítica postcolonial. Castro-Gómez, S. Y otros Editores. Pensar. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá, 1999.p. 81.

lunes, 18 de febrero de 2008

Los fundamentos teóricos de la concepción pedagógica


Dr. Eulalio Velázquez Licea
Profesor Titular de Licenciatura y Postgrado
Universidad Pedagógica Nacional en
Xalapa, Ver., México

Los aportes que la psicología, ha ofrecido a la formación de valores son, indudablemente, de gran relevancia, dado que las concepciones sobre la personalidad, el aprendizaje y el desarrollo moral, son aspectos que necesariamente se abordan en el proceso pedagógico de la formación de valores.
No obstante que durante la primera etapa de desarrollo de la psicología científica, se desatendió a la problemática de lo moral, es a partir de 1897, con los estudios en el campo de la psicología social de James Mark Baldwin (Pérez-Delgado y García Ros, 1991) que esta problemática resurge desde la perspectiva de la psicología científica contemporánea. Más adelante, 1925 y 1930, los psicólogos experimentales H. Hartshorne M. May retoman esta problemática de investigación, ejerciendo gran influencia en investigaciones posteriores.
El psicoanálisis desde una perspectiva de sustitución investigó el fenómeno moral a partir de lo inconsciente, el superyó, en lugar de la conciencia y del mismo modo, Jean Piaget desde la perspectiva de la psicología evolutiva y A. Bandura, del neoconductismo, por sólo mencionar algunos de los más representativos.
Una categoría fundamental para el tratamiento de la problemática de los valores es la de personalidad, que según Mischel, W.: “Alude al conjunto de rasgos que caracterizan a un sujeto. Algunos autores tienden a incluir dentro del término todo tipo de rasgos –intelectuales, motivacionales, temperamentales, etc.-, mientras que otros sólo consideran los no cognitivos. Tendencias más recientes sugieren que sólo teniendo en cuenta las actividades cognitivas del sujeto y las diversas situaciones es posible elaborar una teoría comprensiva de la personalidad”.
También encontramos en L. S. Vigotski una concepción de la personalidad, que define como “...un sistema de formaciones psicológicas de distinto grado de complejidad que constituye el nivel regulador superior de la actividad” y más adelante precisa: “es un concepto social (que) abarca lo sobrepuesto a lo natural, lo histórico en el ser humano. No es innata, surge como resultado del desarrollo cultural, por ello la personalidad es un concepto histórico” (1995; 328).
La concepción teórica de la personalidad asumida en este trabajo es consecuente con el enfoque histórico cultural que ha desarrollado el psicólogo cubano Fernando González Rey (1989,19) quien la define como:
“Una organización estable y sistémica de los contenidos y funciones psicológicas que caracterizan la expresión integral del sujeto, en sus funciones reguladora y autorreguladora del comportamiento”.
En cuanto al desarrollo del criterio moral y dentro del enfoque psicogenético se destacan diferentes planteamientos que no es posible referenciar en esta apretada síntesis. En Payá Sánchez (1998) aparecen reseñados dos autores E. Turiel y R. L. Selman quienes junto con J. Piaget y L Kolhberg se cobijan bajo esta tendencia.
E. Turiel, centra el desarrollo moral en el desequilibrio cognitivo, que es el punto de partida para el desarrollo de las estructuras cognitivas. ¿Qué lo diferencia de Piaget y Kolhberg? Que reconoce dos dominios conceptuales, el de la convención social y el de la moralidad. De hecho, la convención social sería una etapa hacia la moralidad, lo que facilita la convivencia social a un nivel superficial. Lo moral, por su parte, “ ... está formado por juicios de carácter prescriptivo que inciden en las relaciones interpersonales, pero que no son arbitrarios ni uniformes –es decir, no dependen de convenciones, sino que tienen pretensiones de universalidad”. (Payá S., 1998; 115)
Esta distinción es estructural, no funcional, es decir, no es que se apliquen a dos contextos diferentes, sino que atienden tanto a una forma distinta de conceptuar como al desarrollo de su comprensión. Las reglas morales tienen una jerarquía superior en cuanto suponen la integridad de una persona, en tanto que una convención social no llega a tal grado o nivel de especificidad. Las niñas y niños tienen esta noción desde edad temprana, la cual se puede modificar a lo largo de su vida. Del desarrollo de las convenciones sociales, se sostiene que se van construyendo a través de estructuraciones progresivas en siete niveles (Buxarrais, 1997):
Desarrollo de las convenciones sociales.
Edad : 6 a 7 años. Norma: Aceptada de manera uniforme. Sustento: Arbitrario
Edad: 8 a 9 años. Norma: Arbitraria. Susutento: Convencional
Edad: 10 a 11 años . Norma: Convencional . Susutento: Autoridad
Edad: 12 a 13 años . Norma: Arbitraria y cambiante. Sustento: Individual
Edad: 14 a 16 años. Norma: Social . Sustento: Integración social
Edad: 17 a 18 años . Norma: Uso . Sustento: Costumbre
Edad: 18 a 25 años. Norma: Interacción social. Sustento: Consenso
Otro autor en esta tendencia es R. L. Selman, según el cual, el desarrollo social o interpersonal y no el desarrollo cognitivo, es el que condiciona las relaciones interpersonales. Su modelo de análisis es bifactorial, centrado en el individuo y en la adopción de roles.
La tendencia de la psicología cognitiva evolutiva, está representada por Jean Piaget, que establece una distinción entre la moral convencional y la moral racional, lo que proporcionó una concepción de moralidad que supera todo sociologismo y se aproxima relativamente al concepto genérico de autonomía, de ahí mantiene que existe una transición de lo heterónomo a lo autónomo. Dice que “... el origen de las normas se encuentra en las relaciones interindividuales, ...en la socialización a través del grupo de iguales, y no en las personas adultas como agentes socializadores” (Payá, 1998; 122 – 123).
De manera similar al desarrollo de las estructuras cognitivas, el criterio moral se sucede conforme a la edad del individuo, así, de los 6 a los 8/9 años dicho criterio se rige por una concepción heterónoma de las normas morales, que de acuerdo con Piaget se modifica conforme a los procesos educativos los cuales alcanzan un estadio de autonomía aproximadamente a los 10 años de edad, autonomía que se limita con la existencia de las normas impuestas por la convivencia humana. Precisamente en función a estas dos vertientes, la heterónoma y la autónoma, es decir, a la regla externa y la norma interna producto de la interacción del individuo con su medio social, es lo que conlleva a través del respeto mutuo a la transformación de la conducta cotidiana.
Aún cuando Piaget demostró que la formación moral va más allá del respeto a las reglas, no logró descubrir la génesis del criterio moral asunto que ocupó a Lawrence Kolhberg, quien centró su investigación en el juicio moral, éste diferenció entre forma y contenido de los juicios morales, donde por forma entendía el razonamiento ante una situación determinada de conflicto y por contenido a los enunciados valorativos con justificación.
Dos son los factores que Kolhberg asume como condiciones necesarias para el desarrollo del juicio moral: El desarrollo cognitivo, que considera natural y evolutivo y a partir del cual explica cómo el ser humano va adquiriendo madurez en cuanto a su juicio moral. Dicho desarrollo se va constituyendo a través de seis estadios que tienen su punto de partida a los doce años y van de un primer nivel en el cual el ser humano es todavía ajeno a los significados de las normas, hasta el último nivel que en su sexto estadio se caracteriza por una moralidad basada en principios. El otro factor referido por Kolhberg es la adopción de perspectivas, que tiene que ver con la interacción del individuo y su entorno social y cultural.
Finalmente, Carol Gilligan seguidora de L. Kolhberg, aporta un enfoque de género a la problemática que se analiza. Ella supone que existen dos maneras diferentes de comprender los conflictos de tipo moral y las relaciones interpersonales: una femenina y otra masculina. En la perspectiva femenina prevalece la preocupación por las otras personas y los sentimientos de ayuda, en oposición a la masculina desde el principio de individuación o separación. (Payá, 1998; 134).
En las teorías del aprendizaje se evidencia la existencia de dos tipos, aquellas que parten de la idea de que es el medio ambiente el que determina al aprendizaje humano, a las cuales se les denomina “ambientalistas” y que abarcan un abanico de corrientes y teorías diversas como pueden ser la etología, el psicoanálisis, el conductismo, el humanismo y algunas corrientes cognitivas.
Entre las que se denominan “interaccionistas”, es decir, las que conciben el aprendizaje como una interacción entre el individuo y el medio que les rodea; se encuentran la corriente constructivista de Jean Piaget, para quien el desarrollo determina al aprendizaje y la histórico-socio-cultural de Lev Semiónovich Vigotsky, que sostiene que el aprendizaje apoya el desarrollo del individuo, al integrarse éste al medio socio-cultural que le rodea, permitiéndole desarrollar sus funciones psicológicas superiores, a través de la “zona de desarrollo próximo” mediante la ayuda de sus compañeritos de juego, sus maestros y sus familiares.
El punto central de la teoría histórico cultural de Vigotsky se encuentra en el papel esencial que desempeña la cultura en la formación de los Procesos Psicológicos Superiores y en la diferencia entre estos procesos y los Procesos Psicológicos Elementales radica en que los primeros “ se originan en la vida social, es decir, en la participación del sujeto en actividades compartidas con otros” (Baquero, 1997; 32), en tanto que los segundos son parte de la herencia genética de la humanidad. Ahora bien, los mencionados Procesos Psicológicos Superiores se clasifican en: Procesos Rudimentarios y Procesos Avanzados.
Los procesos rudimentarios se rigen por determinaciones naturales, es decir, por la evolución propia del hombre y los procesos avanzados, por las condiciones del desarrollo cultural. De ahí que estos últimos encuentren su ámbito natural en la escuela, la educación formal, que marca la característica específicamente humana del desarrollo de los Procesos Psicológicos Superiores.
Así, el desarrollo biológico y el alcanzado en la interacción hombre-sociedad, van conformando las características específicas de la personalidad de cada individuo. El ser humano, sin lugar a dudas es un ser bio-psico-social. Se vive así un proceso en el cual el sujeto “posee” a la cultura, se apropia de ella, pero al mismo tiempo la cultura lo “posee”, se apropia del sujeto.
Actividad y comunicación son los dos elementos que hacen posible este proceso, donde el sujeto desarrolla su propia cultura, una vez que los elementos mediadores, principalmente el lenguaje, transforman una actividad meramente externa en una propiamente interna, en el momento en que la personalidad del sujeto se ha constituido sólidamente. La actividad humana y de manera fundamental, el trabajo, definido éste como una actividad propiamente humana ha sido la clave del desarrollo. El vínculo de lo biológico y lo social se manifiesta en el proceso de la actividad, lo que supone que si el individuo no actúa, no realiza la apropiación.
En suma, para Vigotsky existen dos premisas indispensables para el desarrollo humano: el aspecto biológico representado por el cerebro humano y el social, que se manifiesta en el entorno en el cual vivimos. Como resultante de este binomio, el desarrollo está dado por la experiencia de la apropiación socio-cultural, gracias a ello es que surgen las cualidades psíquicas humanas, los procesos psicológicos superiores, en otras palabras, la personalidad humana.
¿Cómo es posible propiciar el desarrollo de las potencialidades humanas? En este renglón la propuesta de Vigotsky se centra en la categoría de la Zona de Desarrollo Próximo, que formula como: “la distancia entre el nivel real de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con otro compañero más capaz” (citado por Baquero, 1997; 137).
Parecería obvio, hasta cierto punto, que uno de los espacios donde este proceso se realiza es la escuela y es allí donde, con el auxilio de su maestro y de sus compañeros se logra este objetivo.
Es por ello, que desde una perspectiva pedagógica, la propuesta vigotskiana promueve un tipo de enseñanza desarrolladora, ya que su creencia se funda en sostener que la enseñanza promueve el desarrollo intelectual y en consecuencia, la apropiación de la cultura por parte del sujeto.
Por lo tanto se asumen las concepciones teóricas de la psicología materialista, en cuanto a la definición de personalidad como en lo relativo a las teorías de aprendizaje, aún cuando en algunos aspectos, en particular, en lo que se refiere a las teorías del desarrollo moral, se retoman algunas ideas de la concepción psicogenética, específicamente de Jean Piaget y Lawrence Kolhberg.
Las ciencias sociales e históricas, también han aportado elementos valiosos que permiten ir construyendo el objeto de estudio; es decir, una concepción pedagógica del proceso de formación de valores.
Lo histórico social constituye el contexto donde se presenta la dinámica de los valores lo cual es captado en el enfoque sociológico, que es la expresión lógica y científica reflejada en el orden de los conceptos, los principios y las leyes de la sociología.
Debe apuntarse que los aportes de las ciencias histórico sociales al estudio de los valores consiste fundamentalmente en tres aspectos:
Primero, que en la sociedad coexisten diferentes escalas de valores, dependiendo del grupo social al que se pertenezca (contenido clasista).
Segundo, que existen valores cuya vigencia tiene existencia temporal (carácter histórico social concreto).
Tercero, que tal parece que hay un grupo de valores, los llamados universales, que se mantienen independientemente del tiempo y el lugar (carácter histórico general y continuidad).
La formación de valores y las ciencias sociales
Fundamentos sociológicos de la dinámica de los valores. Contenido Clasista. Carácter Carácter histórico social concreto general y continuidad
Con base en ello, se puede asumir que los valores, a pesar de ser un producto socio-cultural en el cual la época histórica y la clase social a la que se pertenece es de alguna manera una limitante, también es necesario conceder que algunos de esos valores se han ido manteniendo a lo largo de la historia de la humanidad como modelos a seguir, que si bien no siempre están inscritos en las leyes positivas, si lo están en su memoria histórica.
La diversidad y complejidad de la actual sociedad, que de ninguna manera se limita a los horizontes geográficos que nuestras limitaciones alcanzan, es un rasgo que determina la dinámica de la realidad histórico social, es decir, de ese movimiento dialéctico en el que no necesariamente se avanza, sino más bien, en el cual los avances en ocasiones implican retrocesos aún mayores.
No obstante, la propia historia de conceptos tales como el de los derechos humanos han venido a demostrar que esa diversidad y esa complejidad son en gran medida las que han permitido el desarrollo y sustento de muchos valores hasta hace poco tiempo inalcanzables. Póngase como ejemplo, el papel protagonista que en algunas sociedades desempeña actualmente la mujer y la serie de tabúes que con su conducta se han ido diluyendo en la práctica social.
En los últimos comunicados y declaraciones de las reuniones internacionales de educación, se encuentra como una de las aspiraciones por las que actualmente se lucha en diferentes frentes, la integración entre educación y calidad de vida como condiciones para alcanzar un cabal desarrollo humano a través de la auténtica formación de los escolares y de esta manera encontrar una respuesta a las exigencias de las nuevas generaciones y recibir un mundo que proporcione un futuro más transparente que les permita desarrollarse como personas y como grupo social.
La globalización de la economía y de la información; la revolución científico-técnica que ha modificado nuestra visión del mundo; la brusca transformación de muchas sociedades rurales en meramente consumistas, con la consecuente sobreexplotación de los recursos naturales y el grave deterioro en las condiciones ambientales han contribuido, al menos para la gran mayoría de la población mundial en una depauperación de las potencialidades de millones de seres humanos.
A esta situación contribuye también el resurgimiento de fundamentalismos de todo tipo, principalmente de orden religioso o racial. Por ello, es insoslayable reflexionar acerca de cual debe ser el modo de vivir al que aspiramos como seres humanos.
Esta exigencia se da porque durante los últimos años se ha manejado la idea de que la humanidad atraviesa un periodo de transición y crisis cuyas metas aún no se precisan.
Las diferencias cada vez mayores en la economía de los pueblos, producto de las políticas neoliberales, ha llevado a plantear la paradoja de no poder hablar de calidad de vida si, al mismo tiempo, se carece de lo más elemental. En el mundo es cada vez mayor la población que soporta estas carencias lo que la obliga a transformar su existencia en una constante lucha por la vida.
Ante este reto, lo consecuente es adoptar una postura que permita desde nuestro horizonte cultural, rescatar lo valioso de la cultura de la Humanidad y en un proceso de síntesis hermenéutica generar una nueva cultura del progreso, del desarrollo y del bienestar. Los temas actuales de la agenda universal y nacional: educación y proyecto nacional, educación y globalización, educación y calidad de vida, derechos humanos y política de Estado en materia educativa, evidencian el grado de conciencia logrado sobre esta problemática y a su vez hace que los maestros y maestras se comprometan y asuman como suyos los principios que propician el desarrollo integral de las nuevas generaciones.
En los últimos años se ha llegado a tener consenso sobre la idea de que la escuela más que transmisora de conocimientos, más que reproductora de la cultura vigente, ha de ser un espacio en el cual se dibuje y proyecte una imagen de lo que debe ser el Hombre, es decir, un espacio de formación que privilegie las potencialidades y capacidades de los niños y las niñas en una educación por y para la vida.
La cultura pedagógica latinoamericana, sobre todo del siglo XIX pero también en el siglo XX, ha mostrado que siempre existió claridad respecto a lo que es la educación y la función que cumple en nuestra sociedad, sólo basta revisar las enseñanzas que nos han legado José Martí, Domingo Faustino Sarmiento, Andrés Bello, José Pedro Varela, Simón Rodríguez, José Carlos Mariátegui, Horacio Zeballos y muchos otros más. Educar es una encomienda que la sociedad ha otorgado a los sistemas educativos nacionales y en ese sentido cumple con la función social de transmitir la cultura a las nuevas generaciones.
Educar también debe entenderse en un sentido estrecho, como proceso docente educativo o de enseñanza aprendizaje tanto instructivo como formativo y aquí es donde desempeña un papel importante el docente. Ya lo afirmó al iniciar el siglo XX el eminente maestro mexicano don Gregorio Torres Quintero: “El maestro tiene por tarea esencial desarrollar el respeto y el amor a la verdad, la reflexión personal, los hábitos de libre examen al mismo tiempo que el espíritu de la tolerancia , el sentimiento del derecho de la persona humana y de la dignidad, la conciencia de la responsabilidad individual al mismo tiempo que el sentimiento de la justicia y de la solidaridad sociales y la adhesión al régimen democrático y la República”.
Entonces, un componente fundamental para alcanzar tanto el desarrollo humano como una mejor calidad de vida es la educación, dado que sin el desarrollo de las potencialidades de la personalidad, el ser humano es incapaz de alcanzar estos objetivos. Desarrollar la personalidad del individuo, significa propiciar los aprendizajes básicos: aprender a conocerse a sí mismo, aprender a convivir con los demás y aprender a vivir.
De esta manera, se aborda un segundo concepto relacionado con el anterior, el de desarrollo humano. Desde nuestra perspectiva, el desarrollo humano tiene que ver fundamentalmente con la elaboración de un proyecto de vida, el cual tiene dos niveles, el individual y el social. El primero tiene que ver con la trayectoria a la que cada persona aspira, en el ámbito familiar, laboral, sentimental, profesional y recreativo. Y su proceso de formación inicia a edad temprana en la infancia preescolar, al tiempo que se van formando las orientaciones valorativas que determinan el enfoque de ese proyecto de vida.
El segundo, que está más relacionado con la noción de calidad de vida, corresponde al Estado. El proyecto de vida social o colectivo, se diseña con base en las políticas que se establecen en cada nación, en función de sus necesidades pero también de sus limitaciones y de sus carencias.
La influencia de los múltiples factores que en este inicio de siglo determinan el avance o retroceso de los pueblos del mundo, es una limitante a veces insuperable. Los países pobres como el nuestro, a merced de los vaivenes de la economía de mercado, de la sobreexplotación, de la invasión cultural de los países poderosos debe, para contrarrestar este fenómeno, tener una clara visión de futuro que los guíe a donde quieren acceder. Entre las condiciones indispensables para lograr este objetivo está la educación, tanto en el sentido de ser un fenómeno social, como en cuanto proceso de enseñanza aprendizaje.
El crecimiento en la esperanza de vida, la participación creciente de la mujer en prácticamente todos los ámbitos de la vida productiva, científica y cultural y el desarrollo cada día más rápido de la ciencia y su aplicación a la tecnología, son elementos que en lugar de plantearse negativamente deberían ser aprovechados en beneficio de la colectividad, ser considerados positivamente.
Aprovechar la experiencia de los viejos, que son nuestra memoria histórica viva, ver en la mujer a un representante indispensable, más de la mitad del género humano, con todos los derechos y obligaciones que conlleva el ser partícipe en la aventura de la vida. Respetar sus puntos de vista y aprovechar su creatividad y fortaleza.
El adecuado uso de todos los recursos, tanto naturales como materiales y humanos en la gran empresa que significa el desarrollo humano, es una tarea que concierne a todos, pero en particular al Estado y sus instituciones. El proyecto de vida social adquiere entonces sentido y la calidad de vida se convierte en un objetivo accesible y conquistable.

Bibliografía Básica:
Baquero, Ricardo. Vigotsky y el aprendizaje escolar. Aique grupo editor, S.A. : Argentina. 1997
Buxarrais, María Rosa. La educación moral en primaria y secundaria. Una experiencia española. SEP-Cooperación Española-Biblioteca del Normalista : México. 1997
González Rey, Fernando y Albertina Mitjans Martínez. La personalidad, su educación y desarrollo. Editorial Pueblo y Educación : La Habana : Cuba. 1989
Payá Sánchez, Monserrat. “Aproximación a las teorías psicológicas del desarrollo moral”, en: OEI, Educación, valores y democracia. Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura : Madrid. 1998
Pérez-Delgado, Esteban y Rafael García-Ros (Comps.) La psicología del desarrollo moral. Siglo XXI de España Editores, S. A. : Madrid. 1991
Velázquez Licea, Eulalio. La formación de valores. Una necesidad en la educación básica. Universidad Pedagógica Nacional-Veracruz : Xalapa, México. 1999
Velázquez Licea, Eulalio. Educación y Calidad de Vida. Ponencia presentada en mesa redonda temática. Tercer Congreso Nacional de Educación. Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación : Xalapa, México. 2000
Velázquez Licea, Eulalio. La preparación profesional del maestro de educación primaria para la formación de valores en el proceso pedagógico. Tesis de Doctorado en Ciencias Pedagógicas. Universidad Pedagógica “Enrique José Varona” : La Habana. 2001.
Vigotski, L. S. El problema del desarrollo de las funciones psíquicas superiores. Obras escogidas III. Aprendizaje-Visor : Madrid. 1995

miércoles, 13 de febrero de 2008

“CULTURA E IDENTIDAD NACIONAL”

Eulalio Velázquez Licea
México


El tema que vamos a abordar: “Cultura e Identidad Nacional”, refleja, el día de hoy, la tensión que vivimos los latinoamericanos, en un mundo que parece irremediablemente condenado a vivir bajo el signo de la unipolaridad hegemónica del capitalismo salvaje y de los nuevos señores de la guerra, cuyo principio filosófico esencial, producto del más grosero pragmatismo, reza: “o estas conmigo o estás en mi contra”, satanizando a todo aquel que se atreve a ser diferente o pretende salir de su férreo control.
Este capitalismo salvaje que en el terreno de las ciencias sociales se conoce con el nombre de neoliberalismo es, junto al neoconservadurismo, los herederos de la filosofía y la epistemología que se sustentan en los principios del subjetivismo e individualismo extremos, que los lleva a sostener que lo único verdadero es lo que el sujeto conoce, de ahí que deriven, como en las viejas escuelas de la Grecia clásica en el relativismo, el escepticismo y el agnosticismo como posibles alternativas que a su vez los hacen sustentar tesis nihilistas e irracionales.
Su desarrollo en el campo de las ideas, es un resultado de lo que se ha dado en llamar, dentro de la filosofía, el fenómeno del fin de la Modernidad y el advenimiento de la época Postmoderna.
Esta involución del pensamiento filosófico, ha afectado, como era de esperarse algunos planteamientos en el campo de la política, la economía y la cultura.
Además, ha tenido un rápido desenvolvimiento ya que se encuentra asociado al desarrollo de las nuevas técnicas de la información y la comunicación (TIC’s), instrumento esencial en el proceso de desarrollo del fenómeno de la Globalización de la Información; fenómeno que ha impactado las formas de producción y transformado a las viejas sociedades industriales en sociedades de la información, que junto con los otros avances de la ciencia y la tecnología avasallan la concepción tradicional del mundo, con consecuencias que van más allá del hecho de tener más y supuestamente, mejor información, sino que modifican las concepciones de la producción, el tratamiento y la distribución de la información, ya que bajo el lema de “la información es poder”, fuimos testigos de una transformación en los mecanismos de producción de la mal llamada sociedad postindustrial, en una sociedad que ahora lo que vende es la información, que a su vez “vende”, o inculca nuevas formas de concebir al mundo, amén de los productos, de calidad o no, que ofrece el mundo industrializado. De esta manera la información ha pasado a ser otro bien de consumo, sin el cual la sociedad actual supone que no podría subsistir.
La revolución científico técnica que este fenómeno ha generado, llevó a las nuevas técnicas de información y comunicación a ser un instrumento indispensable en el desarrollo de la economía virtual que respalda a los vaivenes financieros que cíclicamente azotan a nuestro mundo, pero que hacen impensable la red monopólica financiera del neoliberalismo en su ausencia.
Ante esta situación, es pertinente aclarar que información no necesariamente equivale a saber o conocimiento, es decir, que el acceso a la información no garantiza el desarrollo de alternativas viables que incidan en el progreso de la humanidad. La “sociedad del conocimiento”, entonces, es la respuesta que el mundo ha ofrecido ante la alternativa de seguir acopiando información acrítica de la realidad y establecer los parámetros que nos permitan utilizar esa información de manera significativa.
Desde la perspectiva de la política internacional, el fin de los estados del socialismo real, para 1989, transforman el débil equilibrio internacional en una hegemonía que en la práctica se venía anunciando desde el fin de la segunda guerra mundial. No debemos olvidar que en el mundo, hasta ahora, sólo hemos padecido dos verdaderas hegemonías, la primera obtenida por Inglaterra a partir de la derrota del imperio napoleónico y la segunda, la que padecemos actualmente, la de Estados Unidos.
Hablar de estos fenómenos, sin embargo, pareciera para algunas personas algo que no encierra mayor significado, sin embargo, la realidad diariamente nos enseña lo contrario. Todos estos fenómenos impactan de manera directa a esta parte del planeta que, como decimos en México: “está tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Dios”.
A veces me pregunto, ¿cómo es posible que siendo tan ricos en recursos naturales, seamos tan pobres? ¿Cómo explicar a una niña o niño en edad escolar que somos tan pobres a pesar de tener tantos recursos naturales? ¿Cómo explicar a nuestros hijos, a nuestros nietos que a pesar de tener tanto petróleo, por ejemplo México, Ecuador, Venezuela, somos países que se distinguen por su pobreza, por sus altos índices de analfabetismo, bajos índices de escolaridad, por contar con un equipamiento urbano mínimo, en fin, el ser pobres, pero pobres de solemnidad?
Gracias a la doctrina del neoliberalismo y sus instrumentos político-financieros como son el “Consenso de Washington”, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etc., que recomiendan cobijados en la bandera de un falso concepto de democracia, la necesaria disminución de las funciones del Estado, con el consecuente fin del Estado benefactor, la venta de todos los recursos y empresas que son realmente negocio al capital transnacional, privilegiar la inversión extranjera como la panacea para todos los males y evidentemente, con el resultado inmediato del empobrecimiento irremediable de nuestros países, que en una justa competencia podrían tener y deben tener una mejor calidad de vida.
En este panorama nada halagador, los países de América Latina han sucumbido a tres coordenadas históricas inéditas hasta hace poco tiempo, afectándonos de manera sustantiva al igual que al resto de los países pobres del mundo:
La consolidación del neoliberalismo como doctrina política, económica y social hegemónica.
El fin del socialismo real.
El desarrollo de las TIC’s y la consecuente globalización de la información.
Como resultado de estos fenómenos sociales, se esboza una humanidad en la que conceptos tales como Estado-Nación, Territorio Nacional e Identidad Nacional son conceptos que estorban a los intereses de los grandes capitales.
En el neoliberalismo ¿qué función le queda al Estado?
Solo algunas funciones ya no reguladoras sino de simple vigilancia. De ahí la reducción paulatina del presupuesto social, que afecta fundamentalmente a educación y salud.
El territorio nacional, es vendido masivamente a grandes corporaciones internacionales pasando a ser “private property”, con los consecuentes avisos de “no traspassing”. Fenómeno común en las mejores playas y lugares de recreo de mi país, cuando por mandato constitucional deberían ser propiedad nacional.
Los tratados bilaterales y multilaterales, TLC, ALCA, que son el gancho del neoliberalismo para ilusionar a las personas por una mejor calidad de vida, no son más que “patentes de corso” para inundar a nuestros países con productos de mala calidad, provocando el desmantelamiento de la planta productiva nacional y el consecuente desempleo masivo, que en México se traduce en una ola gigantesca de migración al “american dream”, transformando el campo mexicano en pueblos muertos al estilo de Comala en la novela de Juan Rulfo, “El llano en llamas”, en pueblos fantasma.
Los medios masivos de comunicación, mayoritariamente propiedad de grandes corporaciones que cuentan entre sus socios al capital transnacional, diariamente y a toda hora envían mensajes subliminales a la población, cuyo significado fundamental es: “las cosas como están, están bien, nada puede hacerse para cambiarlas, por tanto, disfrutemos de las migajas que nos han tocado”.
Bien, pues hemos hecho una “breve” introducción al problema, pero no podía ser de otra manera, si lo que queremos es abrir un espacio de reflexión donde se analicen estos fenómenos a la luz de nuestra perspectiva, asumiendo el papel que a los intelectuales latinoamericanos nos toca desempeñar en un mundo que aparentemente no ofrece más camino que la sumisión en todos los campos de nuestra actividad vital.
Asumamos entonces una posición, que sea el producto de una crítica constructiva que nos ayude a comprender esta situación y a encontrar nuevamente el camino que parece negado en el momento en que el paradigma de la emancipación se considera una carga de la modernidad.
Nuestros países, desgraciadamente siguen viviendo condiciones de polarización social; la elite minoritaria, con gran poder económico y político, formada generalmente en las grandes universidades de Europa y los Estados Unidos, asume una cultura de sumisión conceptual y un “berkelianismo” extremo que los hace negar, olímpicamente, la existencia de la realidad objetiva, es decir, independiente de cada uno de los sujetos cognoscentes.
En el extremo contrario, la mayoría de la población, que en mi país no alcanza una media escolar de cinco grados y cuyos ingresos malamente alcanzan para vivir, un pueblo que no tiene oportunidad real de acceder a mejores condiciones de vida, a quien no parece importarle en lo más mínimo lo que sucede en el mundo, porque es un pueblo que vive en los límites de la sobrevivencia, y por lo tanto no se interesa ni por la política, ni por la cultura sino únicamente por saber cómo obtener un poco de plata para comer al día de siguiente.
Estos dos polos, que presentan visiones de la realidad tan alejadas entre sí, según la doctrina neoliberal son los únicos posibles y ese es el mensaje que nos venden diariamente.
Sin embargo, ¿es posible que existan otras vías? ¿Cuál es la adecuada para nuestros pueblos?
Trataré de esbozar una alternativa ante esta situación, con la venia de todos ustedes.
Es una afirmación ya muy gastada la que sostiene que los ideales de la modernidad, la racionalidad que postulaba el espíritu de progreso tanto científico como social, la creencia en las utopías emancipatorias, etc., se han vuelto obsoletos.
El discurso en boga consiste en afirmar que estos ideales han pasado a la historia, y que aún la historia misma ya es parte de la historia. Aquí, cabría preguntarse en la posibilidad de diferentes tipos de modernidad. Es decir, ¿la modernidad ha tenido sólo una variante?
Si bien es cierto que hablar de modernidad es hacer referencia a una época determinada de la historia, que ubica sus inicios en los siglos XVII y XVIII y brega en el tiempo hasta finales del siglo XX, y por lo tanto, en ese transcurrir temporal necesariamente toda la Humanidad, vencedores y vencidos, ricos y pobres, letrados e iletrados tuvieron que vivirla/padecerla; también es cierto que en ese transcurrir se encuentran diferentes formas de asumir esa modernidad, con diferentes manifestaciones políticas, económicas y culturales que sobre todo en lo que es América Latina se presentan de manera más evidente.
En el análisis y búsqueda de una interpretación de América Latina en la modernidad, existen al menos cuatro posibles alternativas de racionalidad moderna:
Aquella que sólo acepta la forma de producción capitalista, al asumir que no hay contradicciones en el proceso de desarrollo del capitalismo. Que llamaremos realista.
Aquel “que no borra la contradicción”, pero la presupone como algo inmodificable el proceso que nos ha llevado a la situación actual. Es el clásico.
El que pide resignación ante los hechos consumados, el romántico y finalmente.
El que no acepta la modernidad capitalista, sino que asume una visión diferente a los otros ethos históricos o racionalidades. El ethos barroco, que consiste en la “recuperación del pluralismo y el bien común” donde se genere el “predominio de la vida sobre la muerte, del eros frente a la máquina, de los valores humanos frente a la técnica, en fin, de la posibilidad de construir una educación para un futuro en el que prevalezca la libertad, la justicia y el bien común”[1]
De este modo queda vigente al menos para nosotros los latinoamericanos, el paradigma emancipatorio que encuentra muchos puntos de contacto con la utopía socialista, otra forma de concebir la modernidad, no capitalista.
Precisamente, el “Ethos Barroco” que define esta época es similar al que definió en su momento el paso por el desencanto del Humanismo como expresión de una época, frente al brutal enfrentamiento de la cultura europea occidental, en particular, de la en esa época atrasada España, con las florecientes culturas americanas. De la auténtica América y de aquella España que además trajo, junto con la brutalidad y la violencia, las ideas de Francisco de Vitoria, Luis Vives, Bartolomé de las Casas y Vasco de Quiroga, quienes depositaron en América a través de sus obras, las ideas del Humanismo Renacentista y con ellos la semilla de los Derechos Humanos. En ese sentido, está muy equivocado el señor Aznar, mísero lacayo del imperio norteamericano, quien pretende sostener, lesa ignorancia, que fue Inglaterra la que trajo a América (evidentemente la que nos es ajena) los principios de los Derechos Humanos.
El desencanto producido por la imposición de la ley del más fuerte a las demandas de paz, en contra de la destrucción y la violencia, que pueblos enteros reclaman como un derecho inalienable, hace que esa época sea muy similar, como ya he mencionado, a la que hoy nos ha tocado vivir.
Pues bien, esa modernidad, producto del desencanto de la época, postula una interpretación unívoca, dentro de los cánones de la ciencia occidental y de su filosofía, de su cultura y de su ideología política.
De esa concepción unívoca se desprenden las diferentes variantes de la modernidad, entre otros, los autoritarismos y el socialismo real, prácticamente desaparecidos, quedando en la lisa del debate internacional la visión eurocéntrica de la modernidad capitalista y la concepción multicultural que se ofrece en la realidad de América Latina. Porque si hablamos de modernidad no podemos olvidar que en América la modernidad se desenvolvió de manera diferente a como lo hizo el viejo mundo.
La postmodernidad, fenómeno que es ajeno a América Latina, asume una interpretación cuya concepción es equívoca, muy cercana al relativismo y proclive a las concepciones del idealismo subjetivo. Es por ello que los pueblos subdesarrollados son considerados como pueblos “desechables”, lo único valioso son los recursos naturales, no los humanos. Con la postmodernidad, la exaltación del individuo, en su “mónada” leibniziana llega al extremo de negar la realidad objetiva.
Y si se acepta, no se hace de muy buena gana. Para ilustrar lo anterior, permítaseme mencionar un incidente que recién ocurrió en la primera semana de febrero. En una columna periodística, por cierto muy leída en los Estados Unidos, apareció la carta de un lector donde solicitaba el consejo del columnista sobre un asunto en particular: le preguntaba hasta que punto sería interesante aprender el español. La respuesta del columnista fue fulminante y lapidaria, para él, la lengua española era una lengua de gente inferior. No se hizo esperar la respuesta de gran parte del público, que rechazó justificadamente esta expresión de las más retrógradas concepciones del ser humano. Ese es un ejemplo real de la cultura que nos ofrece el neoliberalismo en la postmodernidad.
Ahora bien, frente a esta posición tan polarizada, ¿Cuál debe ser la posición del latinoamericano?
Si la modernidad postula una única respuesta posible, que asume un carácter de universalidad (unívoco) y el postmodernismo (neoliberalismo) asume una posición de relativismo absoluto, nihilismo e irracionalismo, la postura del “todo vale, sálvese quien pueda”, entonces a partir de nuestra realidad latinoamericana lo que debemos hacer es postular el equilibrio entre lo particular y lo global, general, entre nuestra cultura que encuentra su mediación en el mestizaje y reconoce las particularidades de la cultura, tanto de la indígena como de la europea. Es decir, defender nuestra identidad, cultural y nacional.
La modernidad optó por la integración, es decir, la dependencia de las culturas autóctonas a la cultura vencedora. La postmodernidad opta por la ignorancia de las otras culturas, subjetivismo extremo o nihilismo. Es necesario entonces, postular una nueva vía, pero no la tercera vía de Giddens que asume los mismos principios del neoliberalismo pero disfrazados con mensajes de la socialdemocracia reformista europea; sino de la sociedad multicultural, que supone el reconocimiento de un género humano universal y de una existencia de rasgos culturales diversos que integran, en su conjunto, el acervo cultural de la Humanidad, el cual no es propiedad de ninguna región del planeta.[2]
Pero eso no es algo que se logra de manera gratuita, puesto que, como bien lo dice José Ramón Fabelo: “La universalización de la historia no es acto, ha sido un largo y complejo proceso aún no concluido, con muchas etapas de signos diferentes”[3] En ese sentido, la globalización supone asumir los postulados que refieren a los aprendizajes básicos del ser humano, que según Gustavo Torroella son tres: Aprender a conocerse a sí mismo, aprender a convivir y aprender a vivir.
En realidad, el panorama que hoy día presenta el mundo “multicultural”, es un panorama sumamente complejo. Aquí, quizás podría ser útil aplicar el principio del “desarrollo desigual y combinado” de las sociedades.
La complejidad del proceso de modernización y el paso a la modernidad es mayor cuando nos referimos a países con fuerte presencia de población indígena (Perú, Bolivia, México, Ecuador, Guatemala), que donde se presentaron “transplantes migratorios” (Chile, Argentina, Uruguay). Lo cual significa que no hay una regla única, como nos pretende demostrar el neoliberalismo, para el paso de la modernidad a otras etapas históricas. Este proceso, en realidad, opera de acuerdo con la naturaleza histórica de cada país, por ejemplo, en algunos países se identifica con la modernización económica y en otros con la modernización política.
Creo necesario a este nivel de la charla aclarar que el término “modernización” refiere a los procesos de desarrollo científico y económico y sólo tangencialmente a los procesos políticos que vienen operando en los últimos años y que actualmente han provocado la inequidad y dependencia en la que vivimos en esta parte del mundo.
Eso no significa que rechacemos los procesos de modernización, ni que la modernización por sí misma sea negativa para el desarrollo de nuestros pueblos, porque adoptar una posición así implicaría el rechazo a la posibilidad de superar la situación en la que hoy nos encontramos. Más bien, quiere decir que esa modernización no ha sido democrática al no alcanzar a todos los niveles de la población. Veamos por qué.
Un muy destacado pensador peruano, José Carlos Mariátegui, al hablar sobre los procesos de integración nacional, dice en “Siete Ensayos de Interpretación a la Realidad Peruana”, que la modernidad y los consecuentes procesos de modernización no se dieron en Perú ni en América Latina, porque, “no se dio históricamente la liquidación de la feudalidad. (a causa de que) Esta liquidación debía haber sido realizada ya por el régimen democrático-burgués formalmente establecido por la revolución de Independencia” [4]
Al oponerse a este proceso, los sectores oligárquicos y más conservadores de las nuevas naciones latinoamericanas e impedir a los movimientos populares tomar carta de ciudadanía en países que por sus características son multiculturales y pluriétnicos, la modernidad en América Latina se transformó en un proyecto frustrado, frustrado al menos desde la perspectiva de la democracia burguesa, porque si una nación cuenta entre sus componentes demográficos a un elevado número de pobladores que viven marginalmente tanto económica, como política y culturalmente, entonces estamos hablando de ausencia de un proyecto de integración nacional.
Recordemos aquí lo que dijo el Dr. José María Luis Mora, ilustre ideólogo del ala liberal progresista mexicana en la primera mitad del siglo XIX:
“El elemento más necesario para la prosperidad de un pueblo es el buen uso y ejercicio de la razón, que no se logra sino con la educación de las masas, sin las cuales no puede haber gobierno popular. Si la educación es monopolio de ciertas clases y de un número más o menos reducido de familias, no hay que esperar ni pensar en un sistema representativo, menos republicano, y todavía menos popular”[5]
Desgraciadamente, la conquista de América por los españoles, portugueses y posteriormente por los ingleses, colocó a las culturas indígenas en una situación desigual; situación que prevaleció en México como algo normal hasta que el 1º de enero de 1994, nos despertamos con la noticia de que en Chiapas las comunidades indígenas se habían levantado con el grito de ¡Ya basta!, exigiendo en primer término el que los “otros” reconocieran cuando menos su existencia. A partir de ese momento hemos caído en la cuenta de que durante más de quinientos años a los indígenas cuando mucho se les consideraba parte de un decorado folklórico, que de sólo pensarlo hace que se nos caiga la cara de vergüenza. México es y ha sido siempre varios Méxicos, el único problema que existía es que no lo queríamos ver así. Se perpetraba lo que en derechos humanos se conoce como el “no reconocimiento del otro”; mal del que hemos padecido desde que somos países independientes.
Así, no es posible seguir adoptando posturas paternalistas, ni de rechazo a los indígenas ni a ninguna otra persona que por alguna razón sea diferente aparentemente a los demás. El respeto a las diferencias individuales, a las raíces culturales de los pueblos y regiones, pero también el impulso a la mejoría en la calidad de vida de todas las personas, haciendo del ser humano una sola especie, que conviva en el respeto y la aceptación, pensándonos iguales en la forma y en el contenido, es que podemos hablar de una verdadera globalización.
La identidad nacional es un concepto que en América Latina ya no es únicamente indígena o europeo o africano, es una síntesis que constantemente se va modificando y que debe rescatar lo más valioso de las tradiciones culturales que en su momento fueron antagónicas, pero que hoy no tienen una razón válida, porque tampoco antes la tuvieron, para suponerse superiores a las demás. El ser humano es uno, con sus características específicas, pero uno al fin, de no ser así, la planetarización no es posible, quedaría como una utopía más.
Es imposible suponer la existencia de seres humanos marginados y marginales si asumimos este nuevo paradigma, que tiene una fuerte raigambre en una concepción del humanismo real, que no únicamente predica la tolerancia y el respeto, sino que busca sustentar el desarrollo en el pleno acceso de toda la población, de la humanidad entera a mejores condiciones de vida que sientan las bases para que eso sea posible en un mundo como el actual tan lleno de injusticia e intolerancia.
El respeto y la igualdad de oportunidades bajo igualdad de condiciones, es entonces la premisa inicial de esta revolución intelectual, que permite concebir una nación un tanto diferente a la que se concibió al calor de las luchas por la Independencia, que tuvieron siempre un referente eurocéntrico.
La aceptación de la convivencia a la luz de la diversidad es otra premisa básica que nos llevará a concebir de una manera incluyente el concepto de nación. De una nación multicultural que bajo el prisma de lo latinoamericano conforme efectivamente las bases de una nación tolerante con sus habitantes, no importa la apariencia que estos tengan, ni la lengua que hablen.
El concepto de nación debe así ser refundado con base en estos principios. Y con el nuestra concepción de la cultura, una concepción rica y multicultural, barroca en su esencia y como se dice en México del estilo arquitectónico barroco, churrigueresco, porque comparte múltiples componentes que nos hacen ser latinoamericanos y no otra cosa. Evitemos los fundamentalismos y elaboremos juntos un proyecto de vida social que permita el avance real de todos nosotros, fundamentalmente en nuestra calidad de vida.
La universalidad del pensamiento, radica precisamente en responder a su particularidad, premisa válida en el arte y en toda expresión de la cultura humana.
Reafirmemos entonces nuestra identidad cultural y nuestra identidad nacional, a partir de lo múltiple y diverso, de la riqueza que esta parte del mundo donde nos ha tocado la fortuna de vivir, ofrece a todos nosotros, pensemos esta realidad, interpretémosla desde nuestra especificidad y busquemos las vías para transformarla en algo digno de vivirse. Ese es el mensaje que supone la Tesis XI sobre Feuerbach donde Marx afirma que la función de la filosofía no es únicamente interpretar la realidad, sino además de transformarla.
Terminemos entonces esta charla con un pensamiento que proviene de la vieja Europa, de Humberto Eco, citado en el magnífico libro de Mauricio Beuchot y Samuel Arriarán, Virtudes, Valores y Educación Moral, donde los autores dicen: “Como ha dicho recientemente Humberto Eco, la Europa del tercer milenio será mestiza. ..y ¡tan multicultural y barroca como México y América Latina! En todo el mundo los racistas y los neoliberales habrán pasado a la historia como una raza extinguida de dinosaurios.”[6]

[1] Arriarán, Samuel, Multiculturalismo y Globalización. P. 32-33.
[2] Velázquez Licea, Eulalio. La Preperación Profesional Del Maestro De Educación Primaria Para La Formación De Valores En El Proceso Docente Educativo. P. 45-46.
[3] Fabelo Corzo, José Ramón. Los Valores Y Sus Desafíos Actuales. P. 93
[4] Citado en: Arriarán Cuellar, Samuel. Multiculturalismo Y Globalización. La Cuestión Indígena. P. 23
[5] Citado en: Velázquez Licea, Eulalio. La Formación De Valores: Una Necesidad En La Educación Básica. P.41.
[6] Beuchot, Mauricio y Samuel Arriarán. Virtudes, Valores Y Educación Moral. Contra El Paradigma Neoliberal. P.113-.

VALORES, TRANSFORMACIÓN SOCIAL Y CAMBIO HISTÓRICO

Eulalio Velázquez Licea
Universidad Pedagógica Nacional
Xalapa, Veracruz. México
Es un lugar común decir que los momentos que vivimos actualmente están marcados por cambios vertiginosos, pero lo es también el hecho de que la ciencia y la técnica han marcado un cambio impresionante en los últimos 40 años, que representa el equivalente a varios siglos de cambio y desarrollo de la Humanidad. ¿Cómo han impactado estos cambios a la sociedad en que vivimos? ¿Qué transformaciones han ocurrido? ¿Qué valores se han modificado o transformado? ¿Existe verdaderamente una estrecha relación entre el cambio histórico, las transformaciones sociales y los valores aceptados?
Es indudable que esa relación existe. El ser humano es un ser histórico-social, y por tanto determinado por los avances del conocimiento científico que desde este punto de vista, no es neutral respecto al impacto que tiene en los seres humanos y en la naturaleza.
La ciencia y la cultura son productos de la actividad humana, del mismo modo que lo son los valores. En esta totalidad sistémica en la que vivimos, muchas veces no se comprende hasta que punto las acciones de un grupo de individuos, a veces de uno solo, tomando decisiones que parecen subordinarse a efectos parciales, llegan a afectar con sus acciones a toda la naturaleza y con ello, al propio ser humano.
Hemos conseguido como Humanidad avizorar con la ciencia y la tecnología a los demás planetas de nuestro sistema a través de naves y sondas espaciales, pero al mismo tiempo estamos destruyendo nuestro entorno, la madre tierra que nos da alimento y que da origen a la vida. Para el capitalismo salvaje que actualmente padecemos lo que en la época liberal se realizaba bajo la consigna maquiavélica de “el fin justifica los medios”, se vuelve ahora un “sálvese quien pueda”.
Si bien es cierto que la tecnología nos acerca a una mejor calidad de vida, más larga y productiva, así lo dicen los informes periodísticos de los países del primer mundo que ávidos vemos por televisión o leemos en revistas; si existen recursos para vivir en condiciones óptimas de bienestar, lo es también que más de un 60 % de la población mundial no puede ni soñar en alcanzar esos niveles de comodidad. Es decir, no todo en los cambios que ha sufrido la Humanidad en estos últimos años es positivo, el neoliberalismo, se ha encargado de marcar las fronteras que dividen a la Humanidad en unos cuantos países ricos y muchos países pobres, afectando así a la mayoría de aquellos países que a principios del siglo XX no pudieron llegar a tiempo al reparto de la riqueza mundial y que llamamos eufemísticamente “países en vías de desarrollo” o en forma descarnada, países pobres y dependientes.
Este fenómeno de pauperización de los muchos y enriquecimiento excesivo de los pocos, la caída del muro de Berlín y la desaparición de la biloparidad mundial que permitía cierto tipo de equilibrio en el mundo, transformándose en unipolar, ha venido a trastocar las jerarquías de valores tradicionales, reviviendo los fundamentalismos de todo tipo y orillando a la Humanidad a confrontaciones cada vez más destructivas y estériles en las que al Imperio no le es suficiente la explotación económica de la mayor parte del mundo, que es pobre debido a esta causa, sino que se reserva además el derecho de hacer desaparecer de la faz de la Tierra, gracias a la increíble y aterradora potencia de las armas modernas, a cualquier país pobre que no concuerde con su concepción del mundo.
Así tenemos que el terrorismo no es sólo patrimonio de los desesperados, también lo es de los Estados.
¿Qué ha sucedido en estos últimos cuarenta años en el mundo, que nos ha orillado a vivir la ausencia de los más esenciales valores? Porque parece que se ha perdido el respeto a la vida, a la salud, al bienestar, a pensar de manera distinta, en otras palabras, se ha perdido el respeto a la dignidad humana. Porque decir dignidad humana es aceptar el reconocimiento del otro, aceptarlo como es y aprender a vivir en paz y en la convivencia con él y consigo mismo.
Los cambios que se han operado en el mundo en el mundo en estos últimos años han sido determinados por el avance de la revolución científico tecnológica que ha impulsado a las ciencias de la información y las ciencias económicas. Con los ordenadores, el internet y el correo electrónico, los “palm” y los teléfonos celulares el mundo ha dejado de ser ancho, aún cuando quizás siga siendo “ajeno”, ya nada puede acontecer sin que no se tenga información sobre ello prácticamente en el mismo momento en que se está realizando. La revolución en la economía ha modificado sus reglas de juego, los capitales virtuales crean economías fantasmas haciendo depender a regiones enteras del planeta de sus vaivenes dado que al desaparecer los estímulos fiscales, estos capitales financieros se evaporan, empobreciendo cada vez más a los países pobres en los que “invirtieron” y obtuvieron jugosas ganancias.
Es evidente que este juego económico no depende de la fortaleza económica de países como los nuestros, si se considera que prácticamente nunca se invierte para incrementar la planta productiva y por lo tanto, la calidad de vida en esta y otras regiones del mundo, rara vez mejora.
En la política se ha transitado de las dictaduras militares y corporativas a una incipiente democracia que todavía tiene mucho que aprender, que aún no establece las reglas del juego democrático que permitan avanzar en el desarrollo de un régimen con equidad y justicia. El reciente caso del frustrado golpe de estado en Venezuela es quizás, el mejor ejemplo para ilustrar esta situación.
Evidentemente, los cambios han sido grandes, han sido sustanciales, de no ser así, los dictados del Imperio habrían fructificado en Venezuela. Estos últimos cuarenta años, han sido tiempos de grandes cambios, indicadores de que los viejos paradigmas deben transformarse.
Y esa transformación vale también en el campo de los valores. Si se coincide con Fabelo Corzo en el sentido de que un valor es el significado socialmente positivo de un objeto o fenómeno de la realidad, es decir, que en ese sentido es objetivo y que la valoración es el reflejo de ese significado en la conciencia de los seres humanos o subjetivo, entonces, debemos asumir que las escalas de valores tradicionales, al cambiar el contexto social en el que operan, deben transformarse, porque en los cambios históricos y sociales, la dinámica de los valores se fundamenta en tres principios rectores, principios que emanan de las ciencias sociales:
1. Que en la sociedad coexisten diferentes escalas de valores, dependiendo del grupo social al que se pertenece. Es decir, que los valores tienen en su esencia un contenido ideo-clasista.
2. Que existen valores con existencia temporal y en ese sentido, poseen un carácter histórico social concreto. Dependen de las condiciones histórico - sociales del momento.
3. Que hay un grupo de valores que no sufren modificaciones, es decir, que permanecen a pesar del tiempo y el lugar, los valores universales.
Es decir, que podemos asumir el hecho de que los valores, no obstante estar determinados histórica y socialmente, al ser producto de la actividad humana y de tener una significación social positiva tienen en su esencia lo que llamamos valores universales, que suponen en esa significación socialmente positiva todo lo que es digno de alcanzarse, aquello de lo que depende nuestra condición de humanos que al no operar bajo la imposición de los instintos, nos obliga a decidir que es lo mejor para la Humanidad. Estos valores universales, desde la posición del autor de este trabajo encarnan en la práctica lo que llamamos “Derechos Humanos”.
En un mundo donde todavía existen 870 millones de analfabetas totales; donde más de 150 millones de niños abandonan la escuela antes de concluir el cuarto grado de la educación básica; donde 125 millones de niños nunca han ido a la escuela, esto; sin mencionar los elevados índices de mortalidad infantil en los países pobres o su bajo nivel de ingresos en relación con el producto interno bruto, todo ello en un mundo donde el desarrollo de la ciencia y la técnica pudieran permitir, si hubiera voluntad política de hacerlo, que la calidad de vida de cada uno de los habitantes de la Tierra vivieran dignamente. ¿Cuál debe ser el papel de nosotros, las y los educadores, en este proceso de transición y crisis de nuestros países tan similares por sus carencias en las condiciones de vida?
Ya desde 1990, en la “Declaración “Educación para Todos” de Jomtien, Tailandia auspiciada por la UNESCO, se recomendaba insistir en el campo de la educación en valores, propuesta reiterada en cada una de las Conferencias y Declaraciones posteriores, como es el caso de la Cuadragésima Sexta Reunión de Ginebra, Suiza, realizada en septiembre del 2001, bajo el título “La educación para todos para aprender a vivir juntos: Contenidos y estrategias de aprendizaje –problemas y soluciones”
No se debe olvidar que la escuela es la institución cuyo encargo social único es el de formar nuevas generaciones, en ese sentido la formación de valores es un componente esencial de esta formación. Sin embargo, atender a este conjunto de problemas supone por parte de las y los educadores, de un componente de capacidades, habilidades, destrezas, pero sobre todo de actitudes, creencias y valores que lo impulsen desde una perspectiva científica a enfrentar los cambios históricos, las transformaciones sociales, las presiones y las condiciones del mundo actual bajo una visión humanista y de futuro que permita educar para transformar nuestra región y atender a las especificidades y la diversidad del mundo en que vivimos.
Sólo de esta manera podremos impulsar una cultura fundada en los derechos humanos, la convivencia y la paz que respondan positivamente al encargo social que la sociedad nos ha encomendado, en tanto educadores y a las exigencias de la época que se convierten, para nosotros las y los educadores, en exigencias éticas.

Resumen de contenido de la Conferencia dictada en
El Seminario Internacional
“Humanismo y Formación de Valores”
Reto para América Latina
Trujillo, Perú
Febrero 28, 2002