Conferencia en La Habana, Cuba; mayo de 2007

Conferencia en Tuxtepec, Oax., México; abril de 2007

Conferencia en tepic, Nay., México; abril de 2008

Conferencia dictada en Matagalpa, Nicaragua en julio de 2008

Conferencia en Santa María, Río Grande do Sul, Brasil. (abril de 2009)

Conferencia en la UES de El Salvador (octubre 2009)

sábado, 15 de marzo de 2008

Una concepción pedagógica de la formación de valores

Dr. Eulalio Velázquez Licea

En la sociedad actual, la preparación de las personas es una necesidad. El desarrollo de la ciencia y sus aplicaciones técnicas y tecnológicas en diferentes ámbitos de la vida del hombre han proyectado el quehacer educativo a un lugar de prioridad. Claro que no siempre ha sido así, fue necesario transitar por una larga historia y arribar a la Revolución Industrial y a la Ilustración para que a fines del siglo XVIII, los Sistemas Educativos Nacionales se constituyeran como una respuesta a la necesidad de universalizar a la educación, en un sentido formal institucional y con ello, permitir que la educación, bajo el amparo de las leyes nacionales y la rectoría del Estado, pasara a formar parte de lo cotidiano en esa relación cercana entre maestro, alumno, planes y programas de estudio, comunidad escolar y comunidad social que ahora ya son parte de la vida social, cultural y política de los seres humanos y de la sociedad misma.
Históricamente han sido la comunidad social, la familia y la escuela las tres instituciones encargadas de formar a la persona, de transformarla positivamente en un ser útil a la sociedad, a sus congéneres y a sí misma. La determinación que se encuentra en su entorno es, entonces, un factor definitorio de lo que seremos por el resto de nuestra vida.
La sociedad impregna a la persona con su determinación a través de las condiciones histórico-sociales, a saber, el momento histórico que se vive y que tiene que ver con el tipo de organización social existente, la ideología dominante, sus principios y formas de actuar en la economía, la política y la sociedad y que son independientes de la voluntad de las personas como entes particulares, sino que se deben a las leyes del desarrollo de la sociedad y a sus contradicciones internas.
Por otra parte, la cultura y las tradiciones son condicionantes fundamentales del desarrollo de la personalidad a través de la institución familiar, cuyos integrantes conservan, practican, promueven y transmiten las enseñanzas de sus antepasados.
¿Por qué se sostiene en la actualidad que la formación de valores es una necesidad urgente en la sociedad?
En el mundo de hoy, donde la intolerancia es cada vez mayor, los procesos pedagógicos de formación de valores en las nuevas generaciones parecen ocupar un lugar de gran relevancia en el proceso más amplio de formación que supone la actividad escolar, es donde el papel del maestro en la educación de la personalidad de los niños es determinante, dado que:
“Los valores no son pues el resultado de una comprensión y, mucho menos de una información pasiva, ni tampoco de actitudes conducidas sin significación propia para el sujeto. Es algo más complejo y multilateral pues se trata de la relación entre la realidad objetiva y los componentes de la personalidad, lo que se expresa a través de conductas y comportamientos, por lo tanto se puede educar en valores a través de conocimientos, habilidades de valoración, reflexión en la actividad práctica con un significado asumido. Se trata de alcanzar comportamientos como resultado de aprendizajes conscientes y significativos en lo racional y lo emocional” (Arana y Batista, 2000; 3).
Según la socióloga mexicana Sylvia Schmelkes (1998; 8), esta situación se debe a que el entorno histórico social ha cambiado en los últimos decenios y en consecuencia, lo han hecho los valores que se manejan a su interior. El problema radica en que no se han generado nuevos valores o al menos, no son universalmente aceptados a causa del deterioro de las relaciones sociales, la política devastadora del neoliberalismo, la corrupción de los gobiernos, la injusticia y la impunidad, pero sobre todo, por la falta de alternativas a esta situación que trae como consecuencia el deterioro y en ocasiones, la pérdida de los valores cívicos, nacionales y culturales.
En otras palabras, se necesita de una formación ética que, de una formación en valores.
La educación en valores es un concepto que parte de un enfoque sociológico de la educación, entendida como fenómeno social, que expresa o revela el proceso interactivo del individuo con la sociedad, con el fin de su socialización y en ese proceso de socialización los valores socioculturales tienen un lugar decisivo. En este sentido, la educación moral que tiene que ver con el proceso de formación de valores morales, en los sujetos en formación, es una de las direcciones de esa educación.
Por su parte, la formación de valores es un proceso pedagógico que para su realización requiere contar con una serie de principios tanto filosóficos, histórico-sociales, como psicológicos y pedagógicos que guían a ese proceso fundamentalmente al interior de un aula escolar pero que también puede aplicarse en contextos diferentes como pueden ser la familia y las organizaciones sociales.
La formación de valores supone una relación entre la persona en tanto particular, con la comunidad entendida como lo general, de lo interior con lo exterior, es decir, de la interiorización de las normas con las regulaciones y valores comunitarios, de lo individual y lo colectivo; o sea, del reconocimiento de sí mismo con el reconocimiento de valores y normas compartidas y por tanto, legítimas.
Si bien es cierto que una de las funciones de la educación ha sido siempre la formación en valores, teoría y práctica ya no se corresponden. No obstante, las propuestas educativas suponen siempre una propuesta que involucra a los valores.
Entonces, ¿por qué la escuela es el espacio más adecuado para desarrollar los procesos de formación de valores?
La escuela no es la única institución social dedicada a esta formación, existe otras con esta función, como la familia, sin embargo, la única función de la escuela es formar, en ello va su alta responsabilidad que responde a un encargo social.
Ahora bien, la problemática que supone la formación de valores en las nuevas generaciones, es decir, la investigación científico pedagógica alrededor de este asunto, ha sido realizada en México desde diferentes perspectivas teóricas y disciplinarias.
La preparación de las y los maestros para el proceso pedagógico de la formación de valores es una asignatura pendiente todavía, el papel del maestro como protagonista de este proceso es fundamental y debe tomar en cuenta el desarrollo de diferentes disciplinas que de una manera u otra abordan la problemática de los valores, esta tarea en las nuevas generaciones, como lo sostiene el Dr. Gustavo Torroella, ha concebirse desde una perspectiva científico-pedagógica. Lo anterior, se refuerza con el enfoque que la Dra. Chacón Arteaga (1999b; 54) impone al concepto de profesionalidad del docente, el cual intenta, en primera instancia integrar el ideal que debería constituir la práctica de todos los maestros, profesores y docentes.
Como hace más de cien años expusiera el educador mexicano Gregorio Torres Quintero al decir: “El maestro tiene por tarea esencial desarrollar el respeto y el amor a la verdad, la reflexión personal, los hábitos de libre examen al mismo tiempo que el espíritu de la tolerancia, el sentimiento del derecho de la persona humana y de la dignidad, la conciencia de la responsabilidad individual al mismo tiempo que el sentimiento de la justicia y de la solidaridad sociales, y la adhesión al régimen democrático y la república”. (citado en Varela Barraza, Hilda, 1985; 5)
La formación de valores es tarea que supone en el docente, en primer término, el reconocimiento de la necesidad de realizarla, a partir de conocer las condiciones reales del mundo en el cual se vive, de sus contradicciones, fortalezas y debilidades, dicho reconocimiento es un primer paso hacia la aceptación de que es urgente desarrollar programas que preparen, capaciten, actualicen al docente en el campo de la formación de valores.
La formación de valores es posible, siempre y cuando quien se encarga de esta tarea, tiene la formación e información necesaria sobre los aspectos teóricos y conceptuales, didácticos y metodológicos que se supone posibilitan esa formación.
Otro aspecto fundamental es el tratamiento, de la integración de los contenidos que ofrecen otras disciplinas que han abordado diferentes aristas del problema de los valores, su desarrollo histórico, su vigencia en la sociedad, su fundamento axiológico y ético, su desarrollo en la personalidad del individuo, entre otros y que sirve de base teórica y metodológica a una propuesta pedagógica sistémica como la que aquí se aborda.
Además, hay necesidad de enfocar ese conocimiento hacia el desarrollo de las capacidades de análisis y crítica moral del niño y el joven, todo ello, sin desconocer el hecho de que en la práctica social existen valores que son los deseables y compartidos por todos y los antivalores, a los que se debe rechazar ya que por definición son socialmente negativos, por ejemplo, la intolerancia o la discriminación de cualquier tipo.
Con base en lo anterior y siguiendo en este aspecto a Jaume Trilla (citado en U.P.N., 1997; 70-75), adoptar una actitud de “beligerancia” positiva a favor de los valores compartidos, es decir, al favorecer su desarrollo en los niños y jóvenes y negativa, o sea, impidiendo su desarrollo, en el caso de los no compartidos o contradictorios con los primeros.
Sin embargo, es discutible la aceptación de una tercera categoría, la de neutralidad axiológica tal y como Jaume Trilla la suscribe, donde frente a valores no contradictorios pero no compartidos por todos, sugiere adoptar esta posición, dado que supone asumir una visión que ingresa al campo de lo cultural y en consecuencia, de lo ideológico. En su lugar se asume una salida pedagógica que, al favorecer el desarrollo de la valoración moral y en consecuencia de una orientación valorativa positiva, permita la adopción de actitudes beligerantes positivas.
En cuanto a las características del docente, existe ya un abundante acervo bibliográfico que antepone a estas necesidades algunas cualidades o valores que deben formar, según esta posición parte esencial del mismo pero que no siempre están presentes en él, o que, si se aceptan, deberán ser propiciadas a través de actividades específicas.
Aquí, la referencia está dirigida a cualidades que se han manejado como los componentes prototípicos de un maestro ideal o paradigmático, pero que difícilmente se presentan en la actividad práctica real, tales como: “Dominio de la ciencia que se enseña (conocimientos, habilidades profesionales y valores humanistas). Dominio de los métodos de enseñanza-aprendizaje y de la formación de valores. Dominio de los valores morales humanistas de la profesión. Resultados prácticos acumulados en la labor educativa” (Chacón Arteaga, 1999a; 33).
Es decir, se hace referencia a una cualidad superior, que debe estar presente en todo aquel docente y que conforma a la profesionalidad, concepto que en resumen se entenderá como:
“...la tendencia alternativa actual para el desarrollo humano sostenible (subrayado del autor de esta tesis) y se contrapone a las posiciones tecnocráticas asociadas a la globalización de la educación, como base del proceso de extensión de la tecnología, la informática y el conocimiento, en que el factor humano se despersonaliza, sustituyéndose los valores y cualidades humanas del modelo de los profesionales por: excelencia, éxito, competencia, conocimientos y habilidades profesionales” (Chacón Arteaga, 1999; 33a).
Estas características que aquí se mencionan como paradigmáticas, son aquellas a las que, de manera mínima, debería arribar el docente al iniciar su desempeño como tal y reforzar a lo largo de su labor profesional.
Sin embargo, es de reconocerse la extrema dificultad que supone pretender uniformar las características del docente a partir de un listado de cualidades que necesariamente ha de poseer, sino por el contrario, la intención es analizar lo más críticamente posible las condiciones de posibilidad de una pedagogía de los valores y a su seno, las condiciones mínimas que idealmente podría cubrir el docente en el desempeño de la tarea de formación de valores.
En ese sentido, los requerimientos antes mencionados, son un condicionante para el buen desarrollo del proceso de formación de valores en las nuevas generaciones.
Ahora bien, ya se ha hecho mención, en anteriores artículos de la necesidad de que cada profesor tenga claridad en su proyecto de vida individual, en cuanto a cuales son los objetivos y cual su significado, por lo que un ideal a alcanzar es, en este sentido, que el docente haga explícita esa claridad y la refleje en su trabajo con sus alumnos. Sin embargo, hay que reconocer que esa meta todavía no es alcanzable, debido fundamentalmente a la enorme diversidad de influencias tanto sociales como culturales de los propios docentes, en particular por lo que concierne a su “currículum oculto” (Torres, Jurjo; 13-21, 1991; Jackson W., Philip, 1991; 73-75).
Por esta razón se ha sugerido que uno de los contenidos de la propuesta de preparación pedagógica se ocupe de dilucidar los objetivos particulares y sociales de los proyectos de vida de los docentes involucrados, en particular lo referente a las características de un proyecto de vida individual, de su parte positiva y su parte negativa, de cómo salir adelante de esta problemática y cómo integrar dicho proyecto de vida individual a un esquema más amplio del proyecto de vida social.
En realidad, el proceso de formación de valores en la persona se constituye por diversos componentes, a saber, la personalidad del individuo, su carácter, motivos e intereses; las instituciones sociales en las que se desarrolla, por ejemplo, la familia, las organizaciones, la iglesia (como otra influencia poderosa en el caso de México), los círculos sociales en los que convive, la escuela a la que asiste y en el caso de los adultos, el tipo de ambiente que impera en su trabajo; en fin, toda esa trama de influencias que van conformando al ser humano como una totalidad; pero al mismo tiempo como una particularidad.
En la concepción pedagógica sobre el proceso de la formación de valores que aquí se ofrece, nos hemos apoyado en primer término en la actividad humana, en sus diferentes caracterizaciones, en una concepción humanista de la filosofía, la axiología, la ética y la moral; en los estudios de la psicología acerca del desarrollo moral de la personalidad, en la cual se tiene en cuenta, según la tendencia de Piaget, Kohlberg, Vigotski y Fernando González Rey, aunque desde diferentes posiciones, la existencia de etapas en el desarrollo de esa personalidad y la relación entre los factores externo e interno que conducen a la idea de que este desarrollo moral de la personalidad transcurre de lo heterónomo a lo autónomo, desde edades tempranas a edades más avanzadas.

Bibliografía básica
ARANA Ercilla, Martha y Nuris Batista Tejeda. “La educación en valores: una propuesta pedagógica para la formación profesional”. Página Web de OEI. es – ISPAJAE – Cuba. 2000.
CHACÓN Arteaga, Nancy. Formación de valores morales. (Proposiciones metodológicas PROMET). Editorial Academia : La Habana. 1999a.
JACKSON, Philip W. La vida en las aulas. Ediciones Morata : Madrid. 1991.
SCHMELKES, Sylvia. “Educación y valores: hallazgos y necesidades de investigación”. En: Educar, revista de Educación, nueva época, no. 4, Gobierno del Estado de Jalisco, México. enero-marzo de 1998. p. 8-18.
TORRES, Jurjo. El currículo oculto. Ediciones Morata : Madrid. 1991.
TRILLA, Jaume. El profesor y los valores controvertidos. Neutralidad y beligerancia en la educación. Edit. Paidós : Madrid. 1992.
VARELA Barraza, Hilda. Cultura y resistencia cultural: una lectura política. Ediciones El Caballito. Secretaría de Educación Pública : México. 1985.

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