Conferencia en La Habana, Cuba; mayo de 2007

Conferencia en Tuxtepec, Oax., México; abril de 2007

Conferencia en tepic, Nay., México; abril de 2008

Conferencia dictada en Matagalpa, Nicaragua en julio de 2008

Conferencia en Santa María, Río Grande do Sul, Brasil. (abril de 2009)

Conferencia en la UES de El Salvador (octubre 2009)

miércoles, 5 de marzo de 2008

LA ESCUELA COMO UNA COMUNIDAD ABIERTA A LA SOCIEDAD.

Dr. Eulalio Velázquez Licea

Desde hace algún tiempo se ha venido desarrollando a nivel internacional una propuesta cuya finalidad es llevar la educación a todos los rincones de la Tierra, las “comunidades de aprendizaje”, esta propuesta, que responde a lo manifiestado en las Declaraciones de Educación para Todos, principalmente la de Jomtien, Tailandia de marzo de 1990, que en cierto sentido retoma uno de los principios fundamentales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuando se afirma que toda la Humanidad tiene el derecho inalienable a la educación.[1] Al inicio de siglo XXI asume una connotación que va más allá de una mera propuesta entre muchas.
La educación es un derecho esencial del ser humano, pero al mismo tiempo, es un valor universal de la Humanidad. Sin embargo, ¿es posible alcanzar esa meta a partir de las condiciones actuales del nuestro sistema educativo? ¿Cuáles son los factores que facilitan y cuales obstaculizan esa finalidad? Si atendemos al principio sistémico, podemos darnos cuenta de que la tarea no es fácil, dado que existen muchos factores tanto al interior como al exterior de nuestro sistema educativo que no permiten su consecución inmediata; pero también podremos darnos cuenta de que existen otros factores, a veces no contemplados en las agendas de políticas públicas de los Estados Nacionales, que de hecho favorecen la realización de este objetivo.
Para realizar un análisis más detallado de este fenómeno partiremos de lo más general que constituye el marco de relaciones internacionales que desde 1989 ha marcado de una manera clara y definitiva la situación de los países que como México parece que se han quedado esperando su oportunidad de desarrollo: El fenómeno de la unipolaridad económica y política, signada por el rubro del neoliberalismo.
Sin entrar en una discusión teórica sobre los principios y postulados de la doctrina neoliberal, puede afirmarse sin equivocación que el neoliberalismo es una forma de hacer política que no acepta competencia, es decir, que a pesar de sostener como modelo económico a la competencia y apertura de mercados, su posición real es de hegemonía, una hegemonía que se había definido ya desde el triunfo de la causa aliada en la Segunda Guerra Mundial. Sus partidarios no se cansan de alabar las mieles del neoliberalismo, esgrimiendo el argumento de la libertad, la libertad económica. Desde ese punto de vista probablemente los mecanismos políticos y económicos del neoliberalismo podrían operar en beneficio de la Humanidad pero sólo si todos los países del mundo tuviesen el mismo nivel de desarrollo, al no ser así, el poder hegemónico neoliberal predica la supervivencia de una sola política, una sola economía y, quizás lo más peligroso para nuestros países a quienes es lo único que nos queda, de una sola cultura.
De entrada entonces estamos frente a un poder que pretende dictar cada una de las acciones que el resto de los estados, los más pobres y más débiles deben hacer. Para lograrlo utiliza desde la amenaza de guerra hasta las presiones económicas, sugiriendo en ocasiones y exigiendo en otras, el achicamiento de las funciones del estado-nación y la desregulación económica, lo que implica la pérdida gradual de la planta productiva de un país con la consecuente pérdida de empleos, el fenómeno de la migración a las ciudades y al “sueño americano”, la descomposición del núcleo familiar allí donde las tradiciones siempre fueron más fuertes, en el campo, y la apertura sin restricciones al juego del libre mercado, evidentemente regulado por los poderes transnacionales que lo representan.
Todo lo anterior, independientemente de la introducción de alimentos de baja calidad para el consumo humano que nos ofrecen las transnacionales, además de la situación que presenta nuestra juventud al perder de una manera drástica la cultura propia y acceder de manera tangencial a una cultura de la cual no forma parte esencial. El resultado es un híbrido que facilita la pérdida de valores culturales, cívicos y sociales, amén de los valores morales o universales, tan caros a nuestras generaciones pasadas.
Los poderes neoliberales buscan por todos los medios apropiarse de los recursos naturales del mundo y para ello no se detiene a pensar en las implicaciones que esta imposición supone, sino pensando únicamente en favorecer la globalización de su propuesta político-económica.
Este tipo de globalización ha llevado a los países pobres a ser más pobres y a los países ricos a ser más ricos. La inequidad campea en el mundo “generando descomposición y desigualdad social de grandes dimensiones”[2]
Otro fenómeno, asociado al anterior es el de la globalización de la información, que a México llega inicialmente al final de la década de los sesenta y que durante los setenta y ochenta se instala definitivamente, al constituirse la red monopólica de televisoras que abarcan a todo el país, de la televisión por cable y vía satélite y finalmente, la introducción del internet a través del cual se tiene la posibilidad de acceder a cualquier parte del mundo en un instante y también, de informarse de lo que pasa a nivel mundial prácticamente en el momento en que se genera dicha información.
El avasallamiento de la información en la concepción tradicional del mundo, tuvo consecuencias que van más allá del hecho de tener más y supuestamente, mejor información, sino que va a modificar las concepciones de la producción, el tratamiento y la distribución de la información, ya que bajo el lema de “la información es poder”, fuimos testigos de una transformación en los mecanismos de producción de la mal llamada sociedad postindustrial, en una sociedad de la información que ahora lo que vende es la información, que a su vez “vende”, o inculca nuevas formas de concebir al mundo, amén de los productos, de calidad o no, que ofrece el mundo industrializado. De esta manera la información ha pasado a ser otro bien de consumo, sin el cual la sociedad actual supone que no podría subsistir.
La revolución científico técnica que este fenómeno ha generado, llevó a las nuevas técnicas de información y comunicación a ser un instrumento indispensable en el desarrollo de la economía virtual que respalda a los vaivenes financieros que cíclicamente azotan a nuestro mundo.
Ante esta situación, es pertinente aclarar que información no necesariamente equivale a saber o conocimiento, es decir, que el acceso a la información no garantiza el desarrollo de alternativas viables que incidan en el progreso de la humanidad. La “sociedad del conocimiento”, entonces, es la respuesta que el mundo ha ofrecido ante la alternativa de seguir acopiando información acrítica de la realidad o establecer los parámetros que nos permitan utilizar esa información de manera significativa.
Una ventaja que está a la vista en la globalización de la información es su asequibilidad, dado que cualquier persona desde un sitio de internet puede conseguirla con relativa facilidad.
De este modo, el neoliberalismo como política económica es una amenaza al desarrollo democrático de la educación, dado que, en primer término produce desigualdad e inequidad, que se expresa en los cada vez más altos índices de pobreza en el mundo y particularmente en países como el nuestro.
Otra amenaza radica en el achicamiento de las funciones del Estado Nación, lo que redunda en la disminución del presupuesto para educación, entre otros, y el sistemático crecimiento de las instituciones de educación privadas ante esa situación. Lo que a su vez produce más desigualdad.
Desde la sociedad de la información, las amenazas toman cuerpo en la interiorización acrítica de la información con la consecuente pérdida de valores sociales y culturales que precisamente nos dan identidad como nación.
La escuela, tradicionalmente considerada la depositaria del compromiso de educar a las nuevas generaciones, ha ido perdiendo paulatinamente este papel que en ocasiones se ha quedado en manos de los medios masivos de comunicación o de la sociedad, entiéndase la calle.
La institución escolar en la que los padres y madres de familias confiaban la educación de sus hijos, por muy diversos factores ha ido perdiendo espacios frente a los medios y a la influencia de sectores de la población que influyen de manera decisiva en la formación de los niños y jóvenes.
Por esta razón, ya no es suficiente la mera asistencia a la escuela, la que por otra parte, ha disminuido los contenidos de aprendizaje en aras de una mejor educación.
Conforme a últimas estadísticas, México ocupa un nada envidiable lugar, entre los países peor educados del resto de América Latina.
A pesar de que los objetivos educativos siguen siendo los mismos: formar al ser humano de manera integral tomando en cuenta su desarrollo físico, biológico y las condiciones sociales en que éste se desarrolla; los recursos tanto financieros, como humanos y materiales son cada vez menos si tomamos en cuenta que la matrícula se ha incrementado de 11.5 millones en 1970 a 30 millones en 2001.
Según cifras oficiales en México existen 5.9% de analfabetas, es decir, el 9.5% de la población mayor de los 15 años. Y cerca de un millón de niños entre los 6 y los catorce años que no han asistido nunca a la escuela.
El promedio de escolaridad sigue siendo bajo, ya que se tiene un promedio de 7.67 años de estudio en la República, pero su distribución evidencia una falta de equidad, dado que mientras hay 10 estados con una media superior a 8, en la mayoría ese promedio no rebasa los 6 años de estudios.[3]
Por otro lado, a pesar de haberse decretado la obligatoriedad de la educación secundaría cerca de 32 millones de mexicanos, mayores de 15 años no han terminado o siquiera iniciado ese nivel educativo.
De hecho la pirámide educativa se va reduciendo conforme se avanza en los niveles educativos. Pero si tomamos en cuenta las necesidades actuales este panorama no es muy halagador, más bien refleja una situación de desastre.
Si nos aproximamos a la opinión oficial sobre la calidad de la educación, en el texto del Programa Nacional se afirma que:
“La calidad aún no corresponde a las expectativas de la sociedad, y no está a la altura del nivel educativo que deseamos para el país. Las evaluaciones realizadas en el último decenio arrojan resultados insatisfactorios en todos los tipos.”[4]
Existen todavía muchas inercias que hacen de la escuela un sistema cerrado a la comunidad, con viejos y obsoletos métodos de enseñanza aprendizaje, con ausencia de recursos didácticos. Los cambios formulados en las reformas de los años 90 y 93, ampliaron el tiempo de estudio pero redujeron los contenidos.
Esa situación en un país que requiere con urgencia una educación de calidad, se antoja una irresponsabilidad por parte de sus actores principales, es por eso que, siendo congruente con los tiempos que corren, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, primero en su Declaración de Guadalajara y posteriormente en Pacto Social: Compromiso por la Calidad de la Educación, signado conjuntamente con la Secretaría de Educación Pública y los agentes sociales de la comunidad, ha tomado la bandera del rescate de la educación en México, al acudir a propuestas que generadas en el ámbito internacional vienen a ser puntales del desarrollo y mejora de la educación.
Tradicionalmente a la escuela se le ha considerado como un sistema cerrado, en el cual el o la directora, el o la maestra son quienes tienen la última palabra en cuanto a conocimientos y en cuanto a disciplina; el alumno o alumna siempre está a merced de las decisiones justas o no de esas autoridades y solamente cuando algo falla, se manda llamar a los padres y madres de familia. Aparentemente la escuela se transforma así en un ente desvinculado totalmente con el medio que la rodea y sus relaciones son: de dependencia, con respecto a las autoridades inmediatas superiores tanto laborales como sindicales y de autoridad hacia el alumno y la comunidad.
Actualmente se ha reconocido la necesidad de redimensionar esta relación transformando el papel asignado a cada uno de sus actores, así, las y los maestros, las y los directores de escuela deben reconocer en primer lugar que lo que se está brindando es un servicio a la comunidad, un servicio que tanto en la educación pública como en la privada está pagando el propio usuario, en un caso de manera indirecta a través de sus impuestos y algunas cuotas de recuperación y en el segundo, a través de las cuotas de inscripción, las mensualidades y demás pagos que una institución educativa necesariamente genera.
Es un servicio hacia nosotros mismos, porque las y los maestros también y en un gran porcentaje somos padres de familia.
Enseguida, debemos aceptar que ese servicio, es un servicio que se ofrece en última instancia a la sociedad, pero en primera instancia a nuestros alumnos y alumnas. Que es un servicio cuya finalidad es desarrollar la capacidad de aprendizaje en el alumno. Por eso, si un alumno egresa de una institución sin haber aprendido, no sólo ha fallado el alumno, ha fallado el maestro, la escuela y el sistema educativo en su totalidad.
¿Qué hacer entonces cuando en estos momentos vivimos un periodo de aguda crisis en nuestro sistema educativo?
La Secretaría de Educación Pública y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación proponen como una alternativa para la solución de esta problemática el desarrollo de las “Comunidades de Aprendizaje” como una medida para resolver esta crisis; la cual ha sido motivada por múltiples factores, como hemos mencionado a lo largo de esta charla. No debemos olvidar también que a veces los periodos de crisis son saludables para los países, porque en esos periodos es cuando se repiensa la problemática, se analizan sus posibles soluciones y se ofrecen alternativas que van encaminadas a resolverlas.
Es evidente que no podemos cambiar el rumbo de los acontecimientos en el campo de la economía y de la política imperantes en el mundo, pero sí podemos, a través de un esfuerzo conjunto potencializar las capacidades de la población al mismo tiempo que se le involucra en la tarea de aprender.
Una comunidad de aprendizaje debe entenderse como “una comunidad organizada que construye y se involucra en un proyecto educativo y cultural propio, para educarse a sí misma, a sus niños, jóvenes y adultos, en el marco de un esfuerzo endógeno, cooperativo y solidario, basado en un diagnóstico no sólo de sus carencias sino, sobre todo, de sus fortalezas para superar tales debilidades”.[5]
Por lo tanto, la idea de constituir una Comunidad de Aprendizaje debe transformarse en una tarea que integre una visión integral y sistémica del quehacer educativo transformando a su vez la concepción de Comunidad Escolar donde son los niños y jóvenes los que aprenden bajo la supervisión y guía de los maestros, limitando el proceso de enseñanza-aprendizaje a lo escolar y formal a partir de los planes de estudios institucionales conforme a los dictados de la Secretaría de Educación Pública y el Estado, limitando así el potencial de los otros agentes educativos que en la práctica y desde siempre han intervenido en la formación del ser humano y dar un giro de 180 grados al asumir que una Comunidad de Aprendizaje es aquella en la cual el objetivo final es el aprendizaje de todos, niños, jóvenes y adultos, donde se reconozca la experiencia del adulto en plenitud y la capacidad creativa de los niños y los jóvenes, donde la educación no se limita a la escuela, ni es necesariamente formal, donde alumnos y profesores son sujetos de aprendizaje, la concepción del sistema educativo es sistémica, es decir, que es un proceso continuo que va de el preescolar a la universidad y se desborda en proyectos y redes de innovaciones a partir de la vinculación interinstitucional, desarrollando proyectos que van de la comunidad a lo nacional y suponen la interacción, en el ámbito del Estado de varias Secretarías y a nivel general de una actividad interactiva entre el Estado, la sociedad civil y la comunidad local.
Sin embargo, los agentes fundamentales de este desarrollo son en primer término, la escuela y la familia.
Si la visión tradicionalista y anquilosada de la escuela persiste, poco o nada podrá hacerse para alcanzar metas que suponen una redefinición de la política educativa. Hablar de la escuela como un sistema abierto a la comunidad, supone en primer término la aceptación por parte de las autoridades educativas, de las supervisiones escolares o coordinaciones educativas, de las y los directores de escuela, de los maestros de banquillo y de las autoridades sindicales ya sean estas delegacionales, regionales o seccionales, de la necesidad de cambio y todos sabemos que en ese rubro se arrastran inercias demasiado fuertes que por lo común han impedido la implementación de estrategias innovadoras en todos los campos del quehacer educativo, veamos por ejemplo, la propuesta del proyecto escolar, ahora mediada con otras propuestas en lo que se ha dado en llamar Escuelas de Calidad; la implementación de nuevas estrategias de enseñanza aprendizaje como el modelo piagetano que nunca se desarrolló de manera equilibrada en el país por carecer muchos maestros y maestras con la formación necesaria para hacerlo y en casos más extremos, de la intolerancia de algunos directores o directoras que no acepta por sistema ningún aporte innovador, venga de donde venga y cuyo único interés ha sido el permanecer detentando un puesto.
Precisamente, bajo ese panorama nada propicio para la consecución de proyecto que involucren no solamente al docente sino a toda la comunidad escolar, es que se ha caído en una posición de desencanto frente al sistema escolar vigente, lo que aparejado con el bajo reconocimiento social de la profesión de maestro ha venido a menguar las esperanzas de una verdadera revolución educativa en nuestro medio. La idea de una sociedad a futuro en la que el aprendizaje a lo largo de toda la vida sea el eje integrador de los esfuerzos de todos los agentes educativos, bajo ese panorama, es más que incierto.
En realidad, lo que demanda la Comunidad de Aprendizaje es la generación de una nueva cultura general que aproveche las oportunidades que nos ofrecen los procesos de globalización de la información, de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, del énfasis que en últimas fechas se ha puesto en el aprendizaje, resultado esto último de un cambio de paradigma en la concepción del proceso de enseñanza aprendizaje, que nos ha enseñado que los sujetos de aprendizaje son diversos, que no hay una inteligencia homogénea, sino más bien una multiplicidad de inteligencias; que la inteligencia emocional es un factor fundamental para que el alumno aprenda y por lo tanto, que dicho proceso de enseñanza aprendizaje debe de atender a las diferencias específicas de los alumnos, por lo que deben a su vez considerarse nuevas estrategias de aprendizaje basadas en el reconocimiento de la diversidad y heterogeneidad de los alumnos, pero también de los maestros.
El reconocimiento de esta diversidad nos lleva de la mano de la formación de los valores esenciales del ser humano que nos permitan convivir en un ambiente de tolerancia y aceptación, de reconocimiento y de respeto, que tiene como medio idóneo al espacio escolar.
Para alcanzar este objetivo las y los maestros deben formarse, capacitarse y actualizarse en los nuevos enfoques teóricos, nuevos contenidos, tecnologías y didácticas de la enseñanza de manera permanente, con un espíritu abierto a la crítica y al cambio de paradigmas, es decir, aceptando la modificación de sus propios esquemas de conocimiento.
En cuanto a los padres y madres de familia, cuya institución, la familia, en estos tiempos está siendo muy lastimada por los embates de las políticas económicas del neoliberalismo, siempre ha sido un espacio de formación donde el ser humano, desde los primeros días de su existencia recibe la orientación, guía y apoyo para poder enfrentar con éxito a la vida. No en balde se ha mencionado parafraseando los pilares de la educación postulados por Delors, que el ser humano tiene como aprendizajes fundamentales en la vida: el aprender a conocerse a sí mismo, el aprender a convivir con los demás y el aprender a vivir para la vida.
Desgraciadamente, la dinámica de la vida contemporánea y sus contaminantes han producido cierto tipo de desdén por parte de algunos padres de familia hacia la sagrada tarea de educar a sus hijos. Afrontemos entonces el reto que nos está marcando la época en la cual vivimos, como padres y madres de familia debemos rescatar nuestra función social de constituirnos en el núcleo de la sociedad, en la célula esencial del desarrollo de la sociedad, no podemos olvidar que la familia no ha podido hasta la fecha ser sustituida por ninguna otra organización y en ese sentido es insustituible.
La obligación de todos nosotros como madres y padres de familia debe ser sumar esfuerzos con los otros agentes educativos de manera tal que, como dice Ramón Flecha, en un documento que aparece en internet titulado “Aprendizaje dialógico y comunicación social. Las comunidades de aprendizaje”:
“Si el claustro (es decir, la escuela) va por un lado, las familias por otro y el centro del tiempo libre por otro, en sectores sociales no privilegiados queda asegurado el fracaso de mucha gente y de la institución”.
Porque cuando una persona fracasa en su esfuerzo por alcanzar un nivel más alto de instrucción, no solamente fracasa esa persona, han fracasado también sus padres, sus maestros, la institución escolar y el sistema educativo en su conjunto.
Finalmente, una comunidad de aprendizaje debe “arrastrar” en su dinámica a las organizaciones sociales de todo tipo que ejercen un liderazgo social, con la finalidad de apoyar estos esfuerzos.
Esfuerzos que están encaminados a que los niños y niñas, las y los jóvenes, las y los adultos que aspiran a completar sus respectivos niveles de estudios lo logren al transformar esa comunidad escolar o educativa que hasta ahora es la escuela, en una comunidad de aprendizaje, que por definición es un sistema abierto a la sociedad.
Por eso es loable y plausible el Pacto Social: Compromiso por la Calidad de la Educación, signado por nuestro sindicato, la Secretaría de Educación Pública y las organizaciones e instituciones sociales que ejercen liderazgo en nuestro país.
En ese sentido, las comunidades de aprendizaje deben ser parte del proyecto de desarrollo local y nacional, que rompa con el concepto obsoleto de la sectorialidad estrecha, “concertando alianzas tanto estratégicas como operativas a nivel micro (la comunidad de aprendizaje) y macro (política educativa, política social, política económica)”.[6]
Es por esta razón que los cambios deben surgir desde dentro, en un proceso endógeno y desde la base, en un primer momento entre los maestros, los alumnos y los padres de familia, creando compromisos y reconociendo la necesidad de articular su desempeño en función del aprendizaje conjunto que haga posible no solamente aprender a convivir sino también aprender a vivir, a vivir en plenitud y ese aprendizaje no es algo que se aprenda solo en la escuela, o en la casa o con los amigos, sino en la interacción entre todos los agentes educativos. En nuestro país existe una inmensa fuente de recursos en la experiencia de esos agentes educativos, en los y las maestras que se preparan día a día para ser mejores nivelando sus conocimientos a una licenciatura o actualizándose, capacitándose o estudiando algún postgrado. Hay que aprovechar esos recursos. La experiencia de los buenos maestros que se han retirado por motivos de edad, la experiencia de los viejos es una experiencia que ninguna escuela puede igualar, de las organizaciones sociales que por el momento hacen esfuerzos aislados, así como de otras instituciones de gobierno, las empresas, las iglesias, los intelectuales y los artistas. Todos ellos en un esfuerzo conjunto a través de redes educativas para hacer posible la educación para todos y el aprendizaje permanente.
Pero todo eso debe hacerse pensando que es una tarea que hay que llevar a la práctica, que no se trata de formar un membrete, que sus integrantes no están allí con la finalidad de “salir en la foto”, sino con la firme convicción de que la educación no se realiza únicamente en la escuela, que el objetivo de la educación es el aprendizaje, que existen muchos lugares donde el ser humano puede aprender, que escuela y comunidad no son dos entidades separadas, dado que la escuela es parte de la comunidad, que el aprendizaje no tiene edad, por lo que niños y niñas, jóvenes y adultos se complementan en esta tarea.
Que en cada comunidad existen todo tipo de agentes educativos a los cuales hay que organizar de manera conjunta para el logro de nuestros objetivos. De ahí que cada miembro de esa comunidad es educador y educando; es responsabilidad, entonces, de la comunidad el desarrollo de esas capacidades y talentos.
No hay que olvidar, finalmente, el reconocimiento que se hace al maestro (a) como “motor para el cambio, el impulso y soporte del proceso educativo”[7], reconocimiento que debe ir a la par de su revaloración como guía y facilitador del aprendizaje, papel que sólo podrá desempeñar si cuenta con una adecuada preparación.
También es necesario extender un reconocimiento pleno a aquellos padres de familia que han hecho de su papel un compromiso ante sí mismos, sus hijos y la sociedad.
Que este Primer Encuentro Nacional de Padres de Familia, constituya el primer paso al logro de los objetivos que hemos delineado en este texto, que sea el motor de esta transformación tan necesaria a nuestra Patria.
Gracias y adelante con los trabajos de este Primer Encuentro Nacional.
Dr. Eulalio Velázquez Licea
Xalapa, Ver.
[1] Declaración Universal de los Derechos Humanos. Artículo 26.
[2] SNTE. 1er. Encuentro nacional de padres de familia y maestros. Documento de encuadre. Enero Febrero, 2003. p.27.
[3] Secretaría de Educación y Cultura. Programa Nacional de Educación 2001-2006. Boletín de información educativa, septiembre-diciembre 2001. p.24.
[4] Op. Cit. P. 26
[5] Torres, Rosa María. Repensando lo educativo desde el desarrollo local y desde el aprendizaje. Documento presentado en el “Simposio Internacional sobre Comunidades de Aprendizaje”, Barcelona, Forum 2004, Barcelona, 5-6 Octubre 2001.
[6] Torres, Rosa María. Op. Cit. P. 3
[7] SNTE, op. Cit. P. 29

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